jueves, 22 de diciembre de 2005

Capicúa

Safe Creative #1008087002770
Todo lo que sigue a continuación (incluyendo el título) es una trascripción literal de un extraño diario encontrado en una vieja casa de Abanilla, Murcia. Por su interés documental, he decidido publicarlo sin quitar ni agregar nada a lo que el autor escribió.


En el asilo


Debido al especial vuelco que hubo en mi vida, tuve que tomar la decisión de comenzar a tomar notas de lo que estaba pasando. Algo así como un diario...aunque tampoco es eso precisamente, quizás sea mejor que usted le ponga el nombre que le parezca.. Como jamás pensé que yo podría llevar cierto orden en algo, pido disculpas a quienes vayan a leer estos apuntes, que no responden a la inquietud literaria de una mente creativa, sino a una persona sin preparación lingüística y que lo único que quiere es dejar un testimonio de una extraña sucesión de cosas que a alguien podrían interesar.

Me llamo Dalmiro Rojas; la edad no importa, tampoco tendría sentido decirla, además ni yo mismo estoy seguro de cual es; creo que con el transcurso de este testimonio, usted comprenderá porqué no tiene mucho sentido hablar de ello.
Tampoco se entendería mucho explicar donde estoy ahora si no comienzo contando que todo empezó hace ...pues quizás algo más de dos años...... tenía entonces unos ochenta y tres cuando fui a vivir a una residencia para ancianos sobre la ladera de una montaña cantábrica. Mi mujer (esa vieja bruja) se murió con la generosidad de hacerme heredar su fortuna familiar, y ese dinero me sirvió (entre otras cosas) para pagarme el hospedaje en este hotel de lujo para viejos de mierda como yo. Perdone usted si hiero su sensibilidad con alguna palabra malsonante, es que me he vuelto bastante intransigente con el vocabulario, y a veces la impertinencia es la mejor herramienta de la didáctica.
En realidad no podía disfrutar de esa fortuna como hubiera deseado, pues al año de disponer de ella (malditos trámites, abogados, etc.) tuve un accidente en las escaleras del banco (malditas escaleras), que me dejó paralítico de la cintura para abajo (maldita parálisis). El siniestro incrementó mi fortuna en 150.000 euros más en concepto de indemnización, aparte del millón y medio que ya tenía. Imagino que usted se preguntará para que quiere un viejo como yo esa fortuna...¿para irse de putas caras? pues no, a menos que tenga filias como la coprofagia o la adoración de los pies (que no es el caso, porque aunque ya casi me olvidé del sexo, pero mis gustos no eran esos).......¿para recorrer el mundo? pues no...a menos que me lleve a alguien empujando la silla de ruedas...

Maldije decenas de veces a mi suerte al mismo tiempo que agradecía la posibilidad de poder pagarme cuidados de lujo. Por lo menos, podía permitirme putear a los médicos o a las enfermeras, pues yo era el huésped, el paciente y el cliente al mismo tiempo; y mi estancia en ese sitio significaba diez mil euros mensuales. En realidad, la parálisis era una desgracia, pero pensándolo bien, no es mucho lo que se puede hacer de la cintura para abajo teniendo esa edad, así que terminé aceptando todo con una resignación poco habitual en mi.
A mis hijas no les gustó demasiado mi decisión... me refiero a la elección de la residencia; sufrían por esos miles de euros que se iban y por los que tenía inmovilizados en el banco. No les quedó otro remedio que joderse, lo malo para ellas, no hacía más que comenzar.
En mi residencia para viejos de mierda ricos había médicos, cirujanos, enfermeras de todo tipo, quirófano...en fin, todo tipo de posibilidades para estirar unos días más la vida de los ya resignados inquilinos. Aparte de eso, las actividades no se diferenciaban mucho de las de cualquier residencia, con la diferencia que los dominós eran de nácar, los televisores de plasma, las tetas de las enfermeras eran más grandes y las habitaciones eran en suite; fuera de eso, cada tanto llegaba una furgoneta del tanatorio y se llevaba algún fiambre que rápidamente se suplantaba con el ingreso de algún nuevo inquilino. Tres veces me tocó ver la muerte de un compañero. Uno de ellos jugaba al tute conmigo, solía concentrarse cerrando los ojos para pensar la jugada, pero esa vez me parecía demasiado. Apenas lo tocaron se cayó...recuerdo que el pobre hombre se había cagado encima. Los otros dos casos es mejor no contarlos, créame que si cuento todo usted deseará no llegar a viejo.
Debo decir buscando la otra cara de la moneda que la vista era excepcional; muchos de nosotros usábamos telescopios para seguir en detalle la fauna de la montaña y los valles, quizás eso, y mis peleas con el viejo cabrón de Agustín, eran lo más divertido de ese lujoso aeropuerto, puente aéreo entre la vida y la muerte.
Antes de comenzar con mi nueva experiencia, me había hecho un especialista en fauna cantábrica gracias a mi telescopio y mis libros sobre naturaleza; es lo único que se puede hacer aquí que sea medianamente apasionante. La arpía de Mercedes, la jefa de enfermeras, dice que esa actividad es lo único que hacía que yo parezca humano, pero bueno...yo se que solo lo decía en respuesta a mis continuos ironías y provocaciones.

Pero el caso es que no me habría puesto yo a escribir todo esto si siguiera en ese sitio donde solo la muerte era la posible sorpresa. Todo cambió...aún no se si es para bien o para mal pero créame amigo, no se aún como empezar a contar esto porque me avergüenza lo estúpidamente inexplicable que es todo lo que me está pasando.
Convengamos que no es usual ponerse a escribir una especie de diario a los ochenta y varios años ¿no?...

¿Vamos al grano? Riiingg...Rinnnggg

Y como no quiero aburrirlo más con historias sobre ese patético aunque lujoso sitio, debo decir, no sin cierto rubor que todo comenzó un domingo en el que se festejaba el día del padre. Mi nieta Bárbara me venía amenazando desde hace tiempo con regalarme uno de esos teléfonos móviles modernos, y yo pude resistir bastante tiempo, hasta que finalmente transigí no sin antes poner unas mínimas condiciones que consistían en:
1) El aparato debía ser grande.
2) Los números debían ser aún más grandes...
3) El sonido de llamada debía ser riinggg...riiingggg y no las estúpidas canciones, mugidos de vaca, o demás "originalidades" de moda.
4) Las llamadas a mis hijas y nietas se resumirían en: (por ejemplo...Ana=1, Paula=2, Bárbara=3, y así, sucesivamente.

En realidad, ya no me acuerdo si había puesto más condiciones, pero esas eran las principales. Y claro, todo terminó en que después de la estúpida fiesta, me obsequiaron con ese engendro electrónico.
Yo lo recibí como quien mira un platillo volante y me llevó varias tardes aprender a manejarlo, tardes que bien podría haber aprovechado jugando al dominó con el viejo cabrón de Agustín.
Una vez aprendido su uso, llamaba diariamente a todos mis hijos y nietos para mendigarles algo de cariño. Mi familia no me visitaba casi nunca...y con el tiempo, mucho tiempo, yo fui comprendiendo que solo recogía el egoísmo que yo mismo había sembrado siempre. Pero como ya es tarde para arrepentimientos, mejor continuar con lo que quede de vida de la forma mas digna posible.
Posiblemente algo me perdí del manual del teléfono, porque un día, mientras estaba marcando un número apareció la voz de una operadora que decía:
- Si quiere morir, pulse 1.......si quiere seguir siendo un viejo de mierda, pulse 2........si quiere ser cada vez más joven, pulse 3.......
Se me escapó una sonora carcajada que hizo desconcentrar a Celso de su partida de mus...lo primero que pensé era que se trataba de una broma de mi nieta o una tomadura de pelo, pero de cualquier manera no dudé en marcar el tres. Y no escuché la voz de esa simpática señorita nunca más. Y todo habría quedado así si no fuera porque a los dos días me di cuenta que podía mover mis piernas.
Llamé al médico y le pedí discreción, él cambió de gafas dos veces antes de admitir lo que estaba viendo. En realidad yo no deseaba que mi familia sepa lo que me estaba pasando, pero el estúpido médico me aseguró que tenía la obligación de dar parte clínico de mi situación. Así que durante dos días me dediqué a darle un poco de gimnasia a mis piernas, pues quería marcharme de ese sitio. Al segundo día llegué a ponerme de pie, pero preferí no informar a nadie.
Al tercer día llegué con ayuda de unas muletas que encontré por algún rincón, hasta la oficina administrativa de la residencia.
La chica de recepción me miró con los ojos desorbitados. Seguramente, le resultaría más normal verme en posición horizontal y en una caja que de pie. Sonriendo, le dije:
- Ya era hora que pudiera verte el canalillo de las tetas desde arriba –
Inmediatamente hizo ese estúpido gesto que tienen algunas mujeres cuando usan grandes escotes para que las miren, y cuando las miran levantan pudorosamente la tela como intentando cubrirse, con un gesto de asco hacia el mirón.

- Bueno....que desea.... – dijo casi como echándome.
- Quiero firmar el alta voluntaria. Me marcho. –
- No puede marcharse, lo siento...necesitamos la autorización de su familia... – dijo la muchacha segura de conocer el protocolo de memoria.
- Lo siento, no soy un enfermo, solo estoy viejo. Estoy con mis facultades plenas y deseo irme, así que dígame donde hay que firmar, pues si no, me marcho sin firmita...¿lo tiene claro, morena...?
- Por favor...espere un momento... – suplicó.
Yo estaba seguro que había ido a buscar a su jefe. No quise perjudicarla así que esperé a que venga quien corresponda. Pronto reconocí a un médico que oficiaba una especie de jefatura de no se que....
- ¿Que sucede? – Me preguntó como si hubiera robado un par de calcetines en un supermercado...
- Eso quiero saber yo – contesté sintiéndome el dueño de ese supermercado...
- Es que me han dicho que se quiere ir – dijo como si se tratara de un pingüino que se quiere ir del zoo.
- Pues si...me quiero ir, pero como me quiero ir sin joder a nadie, dígame usted donde hay que firmar porque si no aquí se queda usted, sus enfermeras tetonas, y todos los futuros fiambres de su pecera....–

El encargado viendo que iba en serio, improvisó una carta y me la dio a firmar. Me imagino que era la primera vez en la vida que un anciano se iba de allí por su propia voluntad. Me sentí viejo de mierda revolucionario.

¿Volviendo a vivir?

El taxista me cargó las dos maletas. Dos enfermeras me ayudaron a subir al coche. En realidad, no me ayudaban una mierda, lo que hacían era curarse en salud por si me caía.
Le dije al taxista que me lleve a León. Que elija un hotel bueno.
Me llevó a un hotel llamado Alfonso V. En la recepción desconfiaron de mí porque no tenía tarjeta de crédito, y seguramente porque me vieron tan viejo que bien podría estar haciendo alguna travesura senil. Tuve que dejarles el resto del dinero que llevaba encima en efectivo para pagar las dos primeras noches.
Me dolían mucho las piernas por el esfuerzo. Ese día estuve en la cama. Sabía que mi familia me estaría buscando...bueno, estaría buscando a su herencia...así que decidí llamar a mi nieta Bárbara, que era la más razonable de todas.
Ella no entendía muy bien lo que le estaba diciendo. Le dije que por el momento, prefería no comentar por donde estaba. Necesitaba paz, tranquilidad. Ella lo entendió; o eso dijo. Días más tarde ( meses, yo que sé...) me reía pensando en la reacción de mi nieta...
Al día siguiente me levanté y noté que no necesitaría las muletas, si acaso, podría caminar apoyando alguna mano en las paredes...lo primero que hice es ir a la sucursal bancaria; saqué una interesante cantidad de dinero y volví al hotel para descansar, aunque curiosamente, poco a poco iba notando que me costaba menos andar.
No se cuanto tiempo dormí. Pero durante varios días aproveché muy bien a esa mullida cama. Un día me levanté y encendí la televisión, disponiéndome a ver un telediario. Cogí unas nueces en lata de esas que tienen en el mini bar, y una cerveza (ya no tenía médicos vigilándome).
La noticia del día, era el tsunami en el Índico. Me quedé mirando como un idiota...¿Otro más?...
Escucho atentamente.....”250 mil personas perdieron la vida. Las zonas más afectadas fueron Indonesia y Tailandia, aunque los efectos devastadores alcanzaron zonas situadas a miles de kilómetros: Bangladesh, India, Sri Lanka, las Maldivas e incluso Somalia....”
“......el tremendo efecto devastador que comenzó con la gigantesca ola del 26 de diciembre....”
¿26 de diciembre?...pensé...sería una actitud estúpida, pero necesitaba saber en que año estaba...no me dio vergüenza llamar a recepción y preguntar, total...cosas peores habrían escuchado.
2 de enero de 2005...¿¿??. Miré la garantía de mi teléfono móvil...estaba firmada en día 12 de marzo de 2006, siete días antes del día del padre.
Me senté un rato hasta digerir esto.
Volví a confirmar los datos. ¿Estaba viviendo hacia atrás?...
Una cosa era coherente con todo esto, ya no tenía parálisis. Si la teoría del tiempo regresivo fuera cierta, tendría que sentirme cada vez mejor, sería cada vez más joven.
En mi macro-botiquín de viejo de mierda, tenía todo tipo de fármacos. Elegí un somnífero y tomé lo suficiente como para dormir diez horas sin escuchar un derrumbe.

Al día siguiente me desperté con renovado vigor. Bajé a la cafetería y pedí un desayuno completo y el periódico. Lógicamente, lo primero que hice fue mirar la fecha:
13 de diciembre de 2005....habían pasado doce días hacia atrás desde el día anterior. O sea que el tsunami aún no había ocurrido...¿debería avisar a esa pobre gente?..pero quien me haría el mínimo caso...si ni yo mismo estaba seguro de lo que estaba ocurriendo.
Me sentía mucho mejor....aunque estaba tremendamente confundido. Desayuné copiosamente y subí a la habitación.
Pedí una calculadora...papel...bolígrafos...periódicos...no era demasiado bueno con los números. Bueno...no era demasiado bueno en nada...intenté comprender desde la óptica matemática y llegué a la conclusión que, por cada día que estaba viviendo, estaban “pasando” doce días hacia atrás, por lo menos, en mi morfología, pues el “destino” del mundo no cambiaba en absoluto, seguían pasando las mismas fatídicas cosas que habían pasado ya ante mis narices, con la sola excepción de mi propia vida, que no repetía mis experiencias pasadas sino que me daba la posibilidad de vivir dos veces. Viviría una vida extra, pero muchísimo más corta si mis teorías se confirmaban.
Ese mismo día decidí comenzar a escribir esto, y me hice prometer a mí mismo que seguiría haciéndolo hasta que el destino o lo que sea lo que me tocó vivir, me lo permita. No me gusta mucho escribir ni creo saber hacerlo de manera apropiada, por eso iba escribiendo a medida que iban sucediendo cosas.
Como puede ver, así nació esta especie de diario. ¿Debería llamarle diario?
¿Y mi familia?. Como es lógico, decidí no llamarlos. Esto no lo entiendo yo, ¿cómo lo explicaría?...
Compré una agenda, y la acomodé a mi nuevo ciclo vital. Reflexionando, comprendí que entré al asilo con ochenta y un años, y en un sitio como ese, con excelentes cuidados podría haber vivido (o resistido vivo) durante algunos años más, casi hasta los noventa. De acuerdo a lo que las matemáticas me decían, cada dos horas de nueva mi vida equivalía a un día regresivo, o sea que, finalmente, viviría más o menos la misma cantidad de años reales, con la única diferencia de que podría disfrutar de una salud cada día mejor.
Eso me traía aparejado que el hotel me estaba costando mucho menos, pues ellos contaban de acuerdo al paso del tiempo hacia adelante y no el regresivo, que solo pertenecía a esa especial vida que alguien o algo decidió que yo debería experimentar.
En fin..demasiadas cosas en las que pensar, y poco tiempo para reflexionar.
Lo mejor era vivir.

Atando cabos

Ya instalado en mi cuartel general (el Hotel de León) y habiendo digerido mi nueva situación, me dije que lo mejor sería vivir, o sea, disfrutar al máximo todo lo que me estaba pasando; después de todo, si hubiera seguido en el asilo no podría aspirar más que a un muy buen cajón de pino.
No había tiempo que perder. Desde que salí del asilo ya habían pasado tres meses, (o sea, 3 años hacia atrás), y ahora tenía casi ochenta flamantes años, y podía caminar.
Consulté mi agenda. Algo no encajaba.
Mi mujer murió en el año 2004, o sea que dentro de muy poco tiempo me quedaría sin herencia...
En vida de ella no pude disponer de nada, el único momento sería ahora, y debía darme prisa pues si el tiempo seguía pasando, me quedaría sin un duro...pues la herencia la cobraría antes...o sea, después...
Fui a la sucursal bancaria. Le dije al director de la sucursal que retiraría en efectivo todo mi dinero. El hombre miró la pantalla de su ordenador, puso mi número de cuenta y me miró a la cara como si yo estuviera loco. Ya me estaba acostumbrando a esa clase de mirada.
Me pidió que vaya al día siguiente, pues debía pedir más fondos, no disponían de la cantidad de 1.645.000 euros en efectivo. Acepté, no sin antes mirarlo como si fuera un mendigo.

Al día siguiente, allí estaba yo con una robusta mochila de cuero vacuno para retirar mi dinero.
Ya nunca más en el futuro pasado me separaría de esa mochila.
¿Que más podría hacer que dedicarme a vivir?
Dejé el Alfonso V de León, que a pesar de ser un excelente hotel, ya no estaba a la altura de lo que mis nuevas posibilidades me ofrecían.
Me esperaban los cinco continentes, y una salud que, buena o mala, ya me la conocía pues había pasado por ello.

Piñas coladas, sexo y rock and roll

Pensé que Bahamas podría ser un buen comienzo. Llené mis maletas de todo lo necesario, compré el billete y partí rumbo a Paradise Island con mi inseparable mochila pegada a mi hombro.
La nueva sensación de viajar en primera clase me estaba subyugando. A cada rato llamaba a la azafata para pedirle algo; alguna vez la llamé, y cuando llegó yo había olvidado para que la llamaba. Me quejé de la comida (estaba buenísima). En síntesis, me convertí en un auténtico viejo de mierda forrado de dinero y encima, plasta...me encantaba eso...
Mientras hacía la breve cola del aeropuerto de Nassau, sonaba música de reague. todos los nativos que estaban en el aeropuerto, ya sea con funciones administrativas, de limpieza, o seguridad, se balanceaban de una forma casi imperfectible.
Ya en el hotel, Me fui a duchar y mientras lo hacía tuve una tremenda erección. Y eso que no estaba dentro de las opciones de la operadora (¿sería marcando cuatro?); me quedé mirando este fenómeno asombrado hasta que finalmente decidí prestarle auxilio manual a mi nueva y flamante masculinidad.

Un día, al afeitarme percibí que tenía bastante más pelo. Sonreí orgulloso de mi presencia.
No sé cuanto tiempo pasé allí, ya me molestaba eso de contar los meses o las semanas, al final solo me ponía de malo hostia viendo como mi proceso “retrovital” se consumía sin remedio.
Lo que si hice es tomar muchas piñas coladas y hasta tuve una magnífica relación sexual con una americana cincuentona. Yo mismo me sorprendí.
Claro, a todo esto, yo había tomado mis precauciones, pues sabiendo que en algún momento drenaría de existir el Viagra compre cientos de cajas para la posteridad por si venían momentos de flojera. Aunque la verdad es que cada vez las usaba menos.

Lo que voy a decir, le va a parecer una barbaridad. A mi también me lo pareció, pero esto es un cúmulo de confesiones así que me culpo pues, que al ver que aún era bastante más joven sentí impaciencia por llegar a tener cincuenta...cuarenta....ya se, es ridículo, la vida está pasando muy rápido y eso es absurdo. Lo que pasa, es que en el fondo, nadie acepta ser viejo si el futuro es la juventud.
Aceptamos la vejez y la muerte, porque nos vamos preparando durante toda la vida para ello. Cuando nos vemos mermados de facultades, y todo va a peor, la muerte es una puerta que se abre, una solución. Pero cuando nos vemos viejos, arrugados, feos ante el espejo, pero sabemos que seremos jóvenes y guapos, se genera cierta histérica impaciencia que no tiene explicación objetiva. Es parte de las miserias de ser humanos.

Los mejores años. (¿años?)

Estaba yo en el bar de la piscina del hotel Sheraton Waikiki de Honolulu con un daikiri en la mano, y admirando las generosas tetas de una canadiense que Dios puso en el radio de acción de mi vista, cuando comencé a sentir un fuerte dolor. Subí a mi habitación y miré mi agenda. Confirmado, coincidía con mi operación de hernia inguinal, así que de inmediato cogí un taxi y le dije que me lleve al mejor hospital.
Fui a parar al Quenn’s Medical Center. Exigí un médico que hable español. Le expliqué que me dolía la ingle y que lo que quería es que me des-operen, o sea.....que me operen quitándome la cicatriz y dejándome el testículo como estaba. El tipo me miró como si estuviera loco, y lo cierto es que lo que le estaba pidiendo no era de cuerdos.
Pero el cirujano habló con sus superiores, y todos decidieron solucionar ese problema como se solucionan todas las cosas en los Estados Unidos; o sea, si usted paga, puede pedir lo que le dé la gana. Hasta invadir Iraq....pero no me haga mucho caso, eso había sido hace muchos años ya. Bueno, por invadir, nunca se han privado.
Salí del Quenn’s con mis partes enteras, y no me dio la gana de explicar nada a los médicos que en rigor, no hicieron nada, pues vieron como en sus narices desaparecía una antigua operación, incluyendo todos los puntos, uno por uno.
Luego me pregunté para que hice eso, si después de todo no necesitaba los servicios médicos. Todo sucedería de forma natural...la respuesta que me di, es que soy un hijo de una gran puta, que tengo dinero y que quiero ver como los cirujanos más cotizados del pacífico ponen cara de gilipollas intentando explicarse lo inexplicable.

No sé cuanto tiempo después, estaba yo en el Otton Hotel de Rio de Janeiro jugueteando con dos mulatas cuando se me vino encima la fecha de mi operación de apendicitis.
Lo único que me preocupaba es que quizás tenía demasiado aspecto de cincuentón rico, y posiblemente se me acercaban las mujeres por esa circunstancia; yo en realidad tenía mucho interés en enamorar a una joven, hacerle perder el sentido...
Y así pasé más y más tiempo gozando de la maravillosa experiencia de vivir para atrás. Decidí olvidarme de mi familia. Para siempre. Así, sin más... pensé que lo mejor sería ir forjándome una nueva vida.
Pagar con dinero en efectivo, y una salud que ya conocía, pues había pasado por ello.
Una noche carioca, yo cumplía años. No hay nada mejor que festejar el día del cumpleaños sabiéndose más joven. Era mejor no hacer fiestas de cumpleaños, se me iría la fortuna en ello....
Esa misma noche, luego de ser consciente de mis flamantes cuarenta y cinco años, subí a una especie de piano bar que había en el último piso del hotel. No quería estar disfrazado de turista, y me vestí al estilo europeo, pantalón gris, camisa azul sport con botones en el cuello, chaqueta azul marino con botones metálicos; y como me había dado una vena de coquetería estrené una boina con un ancla.
Pedí un Chivas de doce años con hielo y agua, y me senté a escuchar que estaba tocando el pianista de turno. Tocaba Take These Chains from My Heart creyendo que sabía hacerlo. Si tocaba un poco más alto, seguramente vendría Ray Charles desde su tumba recuperaría la vista para ver donde le pegaba y lo dejaba morado a bastonazos. Siempre me pregunté porque estos músicos contratados para entretener no tocan música menos emblemática....¿porqué enfadar a los genios?
Mientras movía el vaso jugando con el hielo (¿porqué los camareros con influencia yanqui llenarían tanto el vaso de hielo?) vi a unos grandes ojos verdes mirarme. Como hacía muchísimo tiempo que no me sentía observado por una mujer, lo primero que pensé, fue que era una prostituta.
Era una prostituta.
Me quejé en la recepción. Si yo quería una sexo de pago la buscaría por otro lado, pero es repugnante encontrárselas en un piano bar. Está demás decir, que echaron a esa señorita casi a patadas en el culo. Me sentí un ricachón repugnante. Eso me encantaba...me daba poder...un joven con dinero, jamás tiene la misma influencia que un maduro con dinero.

Usted se preguntará porqué me siento tan bien atropellando a la gente, siendo rico un viejo de mierda desconsiderado...y sería una buena pregunta. Digo en mi defensa, que hasta mis ochenta y tres años cuesta abajo, nadie, pero absolutamente nadie se apiadó de mí. A medida que pasaban los años yo iba perdiendo la frescura que tuve en mis años de juventud, perdiendo poco a poco, año tras años, todos mis sueños, todo tipo de esperanza en la humanidad. Me sentí cada vez más pobre económicamente, a partir de los cuarenta años, todo comenzó a salir mal...poco a poco se alejaban los amigos y hasta los enemigos.
Cuando dejé de ser un hombre de éxito mi mujer dejó de amarme, solo me tenía cariño. Era muy comprensiva y buena compañera, eso si. Mis hijas jamás me perdonaron que yo haya tenido una desahogada juventud y una pobre madurez. Me volví a casar a los cincuenta, y eso terminó de alejarlas de mi; lo único que las mantenía cerca era el olor a la fortuna familiar de mi nueva mujer.
De joven tuve que presenciar como se llevaban mis trabajos, mis empresas...como los viejos de mierda con dinero terminaban con mis esperanzas y con mi confianza en el hombre.
Y aunque todo ello no sirva de justificación, puede entender usted como, en afán revanchista, intento también sentir algo así como el síndrome de Hitler invadiendo Polonia (diría Woodie Allen). Ya tendré tiempo de madurar ¿no?... a medida que me vaya haciendo más joven...¿qué es lo que dije? ..bueno...no voy a rectificar.
Y así, entre filosofía barata y demasiada tranquilidad, decidí que era hora de cambiar de aires.
Llamé al tourist asistant del hotel (los buenos hoteles tienen de todo) y le dije que quería verlo por la mañana siguiente en la cafetería. Quería planificar mi siguiente viaje.
Y el siguiente, y el siguiente….

Cambio de rumbo. (que estupidez acabo de escribir)

Caminaba yo una de mis nuevas y regaladas noches por las pardas y tullidas alfombras del Dunes Hotel de Las Vegas, (que había sido demolido años después, pero era un “clasico”) luego de perder 50.000 dólares a la ruleta cuando un espejo me pilló por el camino mostrándome a un hombre adulto pero guapo, que casi no tenía canas y me regocijaba viendo mi cuerpo erguido y desafiante.

No se cuanto tiempo pasó desde mi huida de la residencia; después de todo, una vez había escuchado que “el tiempo no existe, es un invento de los bancos para ganar dinero en intereses”.
Compré un apartamento en Buenos Aires. Me encantaba esa ciudad. Me esmeré en que sea un sitio céntrico pero no de los más lujosos. Durante meses me deleité recorriendo el país de punta a punta, Iguazú, Bariloche, Mendoza, Mar del Plata...pero mi cuartel general estaba en ese apartamento de la calle Tucumán.
Me atosigué comiendo pizza de Banchero, vermicelli al doble pesto en la calle Corrientes, y asado criollo, chuletones y todas las carnes que uno se pueda echar encima a sabiendas que el colesterol no me mataría.
Un día subí por el ascensor y casi le cierro la puerta en la cara a una señora sin quererlo, solo por descuido. Ella me dijo con desaire:

- Esta juventud de hoy.... –

Cuando entré fui directamente al baño, ¿tan joven era? pues si.... creo que no aparentaba más de treinta años. Pero como era un joven que no había perdido la mentalidad de viejo, me dedicaba a espiar a una vecina por la ventana.
Ella tenía un cuello largo y sensual. Su cabellera larga le caía hasta los hombros, y caía dibujando una figura casi mística. Tenía un cuerpo curvo con líneas suaves y vagas. Aunque las primeras veces buscaba ver su desnudez, últimamente la miraba mientras leía...¿qué leería?...¿habrían muerto los escritores de “mi generación”? ...¿cuál era mi generación? la de esa muchacha seguramente no...
Aunque no sabía como abordarla y tenía inseguridad, no descansé hasta hablar con ella. Creo que le caí bien de entrada. Las argentinas tenían fama de mujeres sofisticadas y cultas...tenía miedo de no dar la talla, después de todo, yo seguía siendo un viejo con cuerpo joven...
Ella pintaba, y en ocasiones me invitó a ver su atelier. Su pintura era tan suave y mágica como toda ella. Su obra se basaba en hadas y los colores verde suave y pastel invadían mis sueños, sueños regresivos donde todas las imágenes iban hacia atrás encontrándome siempre con su rostro.
Finalmente hicimos el amor en su sofá una vez..dos veces...una docena ....ya no podíamos despegarnos el uno del otro. Me enamoré de ella como nunca pude imaginar; para mi, esa clase de amor era pura fantasía, y esta vez, la fantasía se metía en mi alma en forma que jamás pensé que podría describir, y desisto de ello.

Un día decidí confesarle que era portador de una fortuna para disfrutarla con ella. Se puso seria e inició una conversación que para mi fue decisiva:

- Gallego...(así era como me llamaba ella cariñosamente)...vos me tenés loquísima, estoy re-enamorada de vos pero si me venís con esas boludeces de ir a Saint Thomas y que se yo...te voy a mandar al carajo...¡yo me enamoré de vos, boludo, de tu misterio. Si entrás en esa variante vas a ser un gallego de mierda con guita....
- Solo quiero disfrutar todo lo que se pueda de esta vida contigo...no me creerías si te contara mi vida pero quiero que me creas que te necesito...- le dije casi suplicando.
- Entonces viví el presente...que carajo me importa tu pasado...te voy a decir una cosa que no te dije nunca: con vos me siento protegida, pero no esa protección material, siento como si fueras mucho más maduro de lo que indica tu edad, ¿sabés?...me da la impresión de estar con un viejo con cuerpo de joven y eso me fascina....
- Y que me dices del futuro?
- No hay futuro. – afirmó convencida.

Esa charla fue la que le dio sentido a toda mi vida. Tuve que pasar dos vidas para entender que era eso de enamorarse. Comprender lo que es el amor me llevó a darme más cuenta aún de todo el egoísmo que tuve en mi vida (¿en mis vidas?).
El amor me hizo olvidar de golpe mis revanchas contra la existencia y la gente. Esa mujer era todo lo bueno que yo había conseguido a lo largo de mis vidas ascendentes y descendentes.
Pasé revista a mi nueva (o vieja) vida, vagando por el mundo billetes en mano, poniendo a la gente de rodillas, sin sentir la mínima necesidad de ser necesario para alguien. Esa mujer le dio sentido a toda mi absurda e increíble paso vital.

Por una vez debía hacer algo por los otros. Por ella....

Advertí que la relación no tendría futuro ( o pasado ya no se como llamarle al tiempo), yo sería cada vez más joven, hasta ser un niño, un bebé...y después ...pues no se...quizás desaparecer para que por fin me venga la muerte que aguarda a todos los humanos. ¿Debería decirle la verdad?...ella sufriría, además seguramente no me creería.
Me marché dejándole casi todo mi dinero, y este relato; hasta el párrafo anterior claro. Además, una nota que decía:

“Es posible que sufras cuando leas esto. No entenderás mi decisión y me maldecirás mil veces pero quiero lo mejor para ti. Por una vez en la vida, las hadas color pastel de tus pinturas vinieron a verme para mostrarme cual es el camino más difícil en el amor, el acto de dar. El dinero ya se que no te interesa, pero te servirá, por lo menos, para que el mundo conozca tu obra. Después de todo, ¿también hay marketing en el arte no?. Te quiero. Te quise. Te querré siempre. Ahora y cuando sea un bebé.”

Me refugié en mi Murcia natal; en un pueblo llamado Abanilla. Allí disfruté de la vida provinciana de la huerta, escribía cada vez menos y yo me hacía cada vez más joven.
Solía ir con los mozos de romería, y cada vez me apetecía menos escribir, aunque sabía que había que hacerlo.

Había una tía en el pueblo que era una jartá de presumida. La tía molaba un huevo pero le daba plantón a todos los colegas de la peña porque se creía muy guay. Entonces lo que ice fue tirarmela aprovechando mi verborrea de pureta y la dejé tirada y q se joda. El viernes nos vamos todos pa Murcia pq ay fiesta huertana y dicen que va a aber unas tías q te cagas. ¡Joder! Se me hdddddado la forma de hablar de mis nuevos amigos......¡Hostia!...ya no se quien coño soy.....

La vida en el pueblo es guay. Ay muchos chicos de mi edad. A beces me preguntan por mis papás y eso pero yo no quiero ablar de eso porque no se mucho. Solo se que tengo que seguir escribiendo. Aunque no se pa que.

Aller me compraron un balon de fubol y juego con los chicoooos es lindo es liiindoooooo

Mi mama me mima yo amaso la masa mi mama amasa mi mama me ama
Maammaaa...maaaamaaaaaaaaaaaa

Ñalsdññ ooowowwooooo0 ma..ma ç+pppwpp`0p`wp+eopw+owopewqo’wqeopweqoweq+wqeweq’0ò’`pw`
0wq`wq`wqe`wq`0wq
`wqiwjñdjsaljñ
Ps`psa¡
Ñkj´ñajñ´sk´ñlskñ´lskdlifpireoeoeo`ro-p`ki

lunes, 17 de octubre de 2005

Qye ya nadie me hable de igualdades

Hay niños inocentes masacrados.
Hay familias enteras que han huido.
Hay viejos que emigraron al olvido.
Hay heridos que están abandonados.

Hay soberbia, hay odio, hay venganza,
Hay orgullo, religión...muchos poderes
Hay miles de asquerosos luciferes,
Hay poco que dejar a la esperanza.

No hay forma de acabar con la injusticia.
No hay manera de aunar las voluntades.
No hay forma de cambiar ya la noticia.

No hay forma de creer en las verdades....
No hay moral, es de plástico y ficticia.
Que ya nadie me hable de igualdades...

jueves, 23 de junio de 2005

Reflexiones en el tanatorio

 Que fácil, es llorarnos, ya de muertos...
¡Que fácil es entonces ser laureado,
En el medio de tantos desconciertos,
el humano más bueno es el finado.

No hay nada como ver los velatorios
y escuchar los elogios indecentes
de falsos y embusteros penitentes
cargados de adjetivos expiatorios.

Creo, (sin intención irreverente)
que una vez allí, en el tanatorio
seremos más queridos por la gente.

Los halagos del póstumo auditorio
se irán quemando todos lentamente,
en la simple verdad del crematorio.

sábado, 12 de marzo de 2005

El amor y la convivencia

Recuerdo el día que nos conocimos. Era una tarde gris que se hizo soleada cuando te vi; eras tan joven...el color de tu pelo tan claro...tus ojos tan verdes...en ese momento ya sabía que viviríamos juntos pero nunca me imaginé que podías hacerme tan feliz.
Luego vinieron los días de conocernos, la adaptación. Tu independencia fue siempre algo que valoré; también tu sinceridad...jamás me mostraste alegría simplemente porque yo lo deseaba...pero estuviste conmigo siempre cuando estuve mal.
Quizás sea un poco molesto cambiar las piedritas de tu retrete, pero...en fin, es lo mínimo que tiene que hacer alguien que quiere vivir con un gato...

domingo, 6 de marzo de 2005

Extraño juicio en Arenales del Sol

Yo no soy hombre de andar pregonando por ahí las cosas que me cuentan los difuntos, pues en toda la comarca no hay médium más serio y formal que yo. Es más: en toda la comarca, no hay más porque soy el único; puede haber alguno por Peñabrava, de esos que cobran por mostrar barajas raras, pero yo no soy de rareza alguna.

Y menos aún soy de contar a otro lo que mis vecinos me encargan en relación con las almitas que andan de tertulia conmigo, pues soy agradecido al Señor por la facultad que me dio, y respetuoso de ello.Lo que pasó con este sucedido, es que fue mentado en la zona al punto de conocerse la historia en Peñabrava y quizás más lejos que ya es decir. Y es que no pasan demasiadas cosas en este pueblo, como para que nos toque un apuñalamiento con juez de la ciudad y muerto en la sala. No podría yo borrar la historia que ha acontecido en mis narices ni aunque conchabado con vivos y difuntos.

Intentaré relatar todo con la ayuda de esta memoria que ya no es la que era pues ya los años me avinagran los sesos.Si hubiera matrimonio feliz en Arenales del Sol, era el de la Matilde y Perico el Trespiernas. Y no me pregunte usted la razón del apodo de Perico, que yo no soy hombre de recrearse con las cosas que Dios anda dando a la gente. Solían tener las mejores cosechas, y suerte también con el tiempo, pues el Señor sabía mandarles el mejor clima para cada cosa.

Créame si le digo que no conocí pareja más enamorada, trabajadora y consecuente con las cosas de Dios como ellos.Eran gente muy interesada por los misterios del Señor, y como el cura no le daba todas las respuestas, venían a mí ya rebotados, pues el Señor Bendito me dio la facilidad de poder ver lo que otros mortales no ven; y más quisiera yo que el cura Don Bermejo pudiera ayudar más, pues para eso lo han estudiado y dado sotana. Pero así son las cosas y quien soy yo para cambiarlas...La Matilde me contó un día que se habían puesto de acuerdo para que, cuando uno de los dos muera, mande algún tipo de señal desde el más allá, como hacer algún mueca mortuoria, dejar uno de los ojos abiertos, gases, dar tres golpes en la puerta o cosas por el estilo.

Yo quise explicarles que esas no son cosas de Dios, que los muertos no andan por ahí golpeando en las puertas ni sacando la lengua, ni tirando pedos (con perdón)...pero seguían ellos con ese entusiasmo.
Claro que en momentos de salud, el Señor Jesús nos deja que se hable de la muerte con cierta holgura, pues es cosa lejana en el tiempo y hasta con bromas la gente se recrea. A nadie se le ocurriría pensar que uno de los dos pronto sería difunto.Y paso a contar ya lo del apuñalamiento porque usted dirá como me voy por las ramas..., y seguramente que va a tener razón porque soy de florituras, que ya lo decía mi difunta madre que Dios la tenga en la gloria...Perico el Trespiernas volvía de alguna travesura después de haber ginebreado. Por lo visto el hombre regresaba luego de darle algo de gloria a su apodo, y contento que venía el pobre Perico, casi no vio a los dos miserables. El Perico paró su moto y sin tiempo de preguntar nada recibió cuatro puñaladas, y el pobre hombre dicen que murió en el acto, porque el puñal había tocado vena.

Los dos tipejos eran viajantes, y dieron cuenta del Perico viéndolo pasado de vasos, y luego de haber gastado una cifra en sitio de mujeres malas. Lo cierto es que el pobre de Perico no traía más dinero encima que para ponerle aire a la moto y los infames esos se fueron igual de pobres.Poco les costó a los policías de Peñabrava dar con Eleno y Mario, que así se llamaban los asesinos, y meterlos entre rejas, pero la ley decía que iba de haber juicio y los acusados parece que tenían a alguien que iba a jurar por las escrituras, en hebreo en arameo y en vasco, que Eleno y Mario estuvieron con él la noche del crimen.

El alcahuete era ni más ni menos que Avelino, el empleado de Joaco, el ferretero de Peñabrava, quien le compraba casi todo el género a los viajantes de marras, quedándose él para sus pecados con el veinte por ciento de todo. Avelino no tenía pudor en dejar sueltos a esos bichos a cambio, seguramente, de alguna recompensa en billetes de esos con la cara del famoso.El cuerpo de Perico estaba en la morgue, ...que ...bueno.. que como no teníamos morgue en Arenales del Sol, no era más que el patio techado del colegio que haría de escenario del juicio. Vendría un juez desde la ciudad para el virtuoso acto, y para todo ello se debía conservar el cadáver allí y todo como estaba, por culpa de no sé que "forense".

Cosa que al señor Dios no le gusta, es que los muertos no se entierren, pero así eran las leyes de la ciudad.La Matilde iba al patio de frecuente, esperando que Perico le dé alguna señal que permita meter presos a sus asesinos. Pero el Perico seguía quieto, tieso como el zapato de un alcalde...sin señales, sin ojo abierto, sin lengua fuera...nada...A veces la Matilde se encerraba en si misma intentando escuchar vaya a saber que sonidos que le mande su Perico desde allá arriba. Y entre la desesperación por haber perdido a su marido del alma, y la impotencia de no recibir señal alguna, la Matilde se iba marchitando poco a poco sin esperanza y sin fe que la alumbre.Lo que no sabía la Matilde es que Perico estaba allá arriba intentando decirle algo. Pero Dios hizo a los muertos para que estén entre los muertos y a los vivos para que estén entre los vivos, así que tan desesperado estaba el Perico por estar muerto como por ser inútil de mandar señal alguna a su Matilde.

Cuando las almas suben, pasan un tiempo de paso, hasta que se decida, por su catadura, a que parte del infinito van, si a los mundos del Señor o a las tierras ardientes de Belcebú. Durante ese tiempo todavía pueden ver todo lo que pasa en la vida que dejaron, lo que no pueden, claro, es andar mandando guiñaditas de ojo.Viendo un ángel los esfuerzos de ese pobre cristiano, se le acercó a interesarse por las razones de su terquedad. El Perico le explicó lo del crimen, lo del juicio y lo del testigo mentiroso. El ángel le dijo que no podía mandar abajo nada que de tocarse fuera, pero sí era posible, hacer cosas que con el pensamiento y especialmente con el sueño que del mentecato de Avelino fuera menester, y así es que se quedaron de tertulia.


El día del juicio, el juez fue a ver al finado junto con ese forense o como se diga eso de esos tipejos que van de ver muertos, dando fe de los boquetes de puñal y esas cosas que ya nadie entiende para que las urden pues todo el pueblo sabía que el Perico era fiambre. Luego escuchó los testimonios y debía de ir Avelino, y este no aparecía.
Y Dios me libre de contar esto como me lo articuló el Perico desde allá arriba, pues entre lo golfo que era en vida la criatura, sumado a lo granuja que era el ángel con el que se conchabó...no tengo erudición ninguna para contar esto y tener tiento.
Y es que sabiendo el Perico y ese ángel diablejo desde allá arriba que el pobre Avelino llevaba días atacado de las almorranas; le hicieron soñar toda la noche con que él mismo Perico lo había, puesto sin dignidad ninguna contra los alambres del naranjal haciéndole sentir (El Señor Jesús y la Virgen perdonen por lo que estoy refiriendo) la presión de su apodo durante toda la noche, y espero que me haya entendido porque dos veces, yo de esto no digo.
Para el pobre Avelino el sueño había sido real como la vida misma, y no podía mover un pie ni casi hablar por el dolor que tenía en esas almorranas que son el dolor más fuerte del mundo y que yo doy fe porque las tuve, aunque sin sueño...
El juez tuvo paciencia en esperar, pues alguien le dijo al oído que el testigo estaba algo descompuesto. Pero pasada ya hora y media enfureció y mandó a un jovencito a averiguar que era lo que le estaba pasando. El mandado entró a la casa de Avelino quien le habló al oído y lo mandó de vuelta.


Cuando el joven llegó a la sala, el juez le preguntó en voz alta si el testigo estaba listo para la declaración. Algo avergonzado, el chico enviado dijo que no.Inmediatamente el juez gritó preguntando las razones y que las diga en voz alta; a lo que el joven enviado, ya sintiéndose acorralado contestó que:

“-...preguntado que hube al señor Avelino, señor juez, servidor no cree que venir venga, señor juez, porque tiene el ojete como racimo de uvas negras, y que dice el señor Avelino que no va a decir nada hasta que el señor Perico el Trespiernas esté enterrado en caja de pino y viendo crecer las berzas desde abajo ...”

Ante las risas de todo cristiano viviente habido en la sala, pero intentando contener la propia risa que también tenía el señor juez, que tonto no era y se daba cuenta de la mentira que ese Avelino estuvo a punto de soltar, el juez condenó a los asesinos y mandó silencio mientras se escribían las actas.La Matilde satisfecha pensó:- Gracias mi señor por haberle concedido justicia al Perico.....si el supiera esto.....si tuviera una señal tal como lo planeamos tanto tiempo.... –Y de pronto se escuchó un señor cuesco que retumbó en toda la sala. Ese pedazo de gas parecía venir del lado del difunto, pero como todos saben que los muertos no hacen de esas cochinadas, claro, todos miraron al señor cura que estaba dándole los sacramentos para el entierro.La Matilde miró hacia arriba y dijo con el pensamiento:- Si lo del Avelino fue cosa tuya, Perico, quiero otro ya... –Y seguidamente, desde la sotana de Don Bermejo salió un cuesco tremendo en forma de trueno, agrandado el ruido por lo ahuecado del patio.Ante el festejo general, y dentro del luto que ya de por sí guardaba la Matilde, esta sonrió por fin, se acercó al cuerpo, lo besó y se despidió guiñándole un ojo.Matilde se fue a su casa con la felicidad de saber que su Perico estaba de nobleza y humor.

Una vez sola me pidió la Matilde noticias del Perico. Y era porque se iba a la ciudad, porque ya no era vida aquella sin su hombre. Quería empezar de nuevo y no quería hacerlo sin la bendición de su Perico.Usted perdone por la impertinencia pero es lo que pasó y me debo a la verdad...pues que en el momento de contestarle se me escapó un pedo... Y juro por lo más sagrado que no fue mi voluntad, ni descompostura alguna de mi tripaje, que bien austero come un servidor.

miércoles, 23 de febrero de 2005

La última hora de Remigio

 Él no era un ejemplo de individuo emprendedor. Su esfuerzo fue dosificado durante toda su vida, y quizás no sea su afición al sacrificio el aspecto por el que debiera considerarse trascendente en esta historia.
Quise comenzar diciendo eso, pues no deseo dejar ningún tipo de duda en cuanto a la imparcialidad que debo tener con el personaje de este relato, que, a pesar de ser un vago empedernido (las cosas por su nombre), tuvo suficiente magnetismo, empatía y personalidad como para merecerse el protagonismo de una historia corta y por lo menos, bien intencionada como esta.
No quiero hacer una descripción física de Remi (una moderna forma de resumir a Remigio) pues a el mismo no le gustaría que lo haga. Debo decir, en resumen, que era especial.
Susana lo adoraba. A pesar de ser consciente de su falta de interés por el trabajo, a pesar de verlo diariamente en la cama ya bien pasada la mañana, a pesar de saber que era ella la que le llevaría diariamente el sustento, y que gracias a ella estaban juntos...a pesar de todo eso y mucho más, ella lo amaba; pero lo amaba con el convencimiento que, también a pesar de todo lo malo de Remi, él, si fuera necesario moriría por ella.

Remi podría ser acusado de cualquier cosa, menos de aventurero o promiscuo. Pero esa noche estaba dispuesto a todo. Quien sabe si la culpa fue de esa primavera que entró de golpe apoderándose de la última nieve de los montes, derritiéndola sin remedio, y apoderándose también de las hormonas de todos sin excepción en esas latitudes, derritiendo también las voluntades...a pesar que entonces corría el año 1970 y no eran “años demasiado hormonados”...que si fueran los años que corren, sería cursi hasta mencionar la primavera.
Quizás la culpa era de Don Silverio, con su absurda obsesión por espantar a los pretendientes de su hija Rocío...quizás la culpa era ella, de la hermosa Rocío....o quizás fue el destino. Esto último, claro, es ya una frase hecha y que se aplica cuando ya nada tiene sentido.


Hecho ya a la manera de resumen, el mapa emocional de esta historia, comenzaré por contar que una tarde de abril Susana llegó del trabajo, entró en la casa cantando, tiró los zapatos con tanta fuerza que fueron a parar arriba de un armario, y mientras se ponía cómoda buscó a Remi por toda la casa sin verlo. Finalmente, dándose por vencida, supuso que había salido (aunque a esa hora era poco habitual). Decidió comenzar por rescatar sus zapatos del armario, dentro de la elasticidad que sus flamantes cuarenta y dos años recién cumplidos le permitiría.

Dany era un niño de unos doce años, que solía andar por la calle por la tarde, pues cuando regresaba de sus clases de inglés, jugaba con su tabla de rulemanes aprovechando el impresionante desnivel de la calle América. Justamente bajando por medio del asfalto, vio a Remi por la tarde, ya casi noche.... corriendo raudamente por la acera de la misma calle, y parando en la esquina. Dany conocía a Remi...él jamás tenía prisa alguna... y le llamó la atención tanto la forma de correr como la brusca parada, mirando hacia ambos lados y demostrando cierto nerviosismo. Dejó la tabla de rulemanes en la acera y observó como Remi saltó la verja de la casa de Don Silverio.

Susana pasó toda la tarde y toda la noche esperándolo.
Nadie podrá saber nunca lo larga que le resultó esa fatídica noche en la que en ningún momento dejó de pensar en todo. En ningún momento se le ocurrió que podría haberse ido para no volver, no había razones para pensar eso pues el comportamiento de Remi había sido perfectamente normal en los últimos meses.
¿Una aventura?...Remi ya no era un joven sexópata...tenía una edad como para no plantearse aventuras sexuales riesgosas, más por comodidad que por otra cosa. Más se inclinaba Susana por la hipótesis de una desgracia, aunque no tenía ningún tipo de razones objetivas que sostuvieran esa teoría... todo estaba en su sitio...no había señales de nada irregular... solo rezaba para equivocarse.

Cuando relató lo que había visto, Dany no pudo dar demasiados detalles, pues aún estaba acongojado; pero admitió haberse asomado con discreción entre los arbustos para espiar la extraña conducta de Remi. Así pues, aseguró que estuvo media hora observando...y también admitió que Remi se dio cuenta de que estaba siendo espiado. Por la razón que sea, había decidido entrar a los jardines de la mansión.
Dany ya no quiso arriesgarse a seguir sus pasos, Remi estaba dentro de una propiedad privada y Don Silverio tenía fama de vigilar personalmente su seguridad mediante frecuentes paseos por sus jardines y patios, y como era un jubilado de la Legión, no sería de extrañar que estuviera armado. Así pues, se pierde la pista que pudo aportar Dany.


Sería absurdo continuar esta historia procurando esconder el fatídico final. La verdad es que Remi murió trágicamente. No es mi intención contar historias policiales...no quiero esconder el final...solo relatar una anécdota sobre la vida real que le deje a usted una idea aproximada de lo caprichosa que puede ser esta, cuando se ensaña con una casa que bien podría ser la suya.
Y ya que por fin me sinceré, me interesan especialmente los últimos momentos de Remi, pues, a partir de algunos testigos no solo ha sido posible seguir sus pasos, sino también buscar y encontrar a los responsables de su muerte.

Ya dentro de los jardines, Remi se ocultó detrás de un arbusto prolijamente recortado esculturalmente con tijeras de jardinería, al lado de un ridículo enano de cemento que parecía mirarlo con una sonrisa estúpidamente pétrea. Desde esa posición la única luz era la luna llena que daba especial realce a los grandes ojos azules de Remi, ojos que quedaron inmóviles y sin parpadear al notar que se encendía la luz en la habitación de la hermosa Rocío.
Su corazón latía cada vez más rápido. Con una agilidad cuestionable, adelantó diez o quince metros, tomando nueva posición detrás de una columna que había sido invadida por los abrazos de una verde enredadera.
Rocío lo vio. Discretamente, observaba por la ventana habiendo ya apagado la luz principal y dejando solamente la del velador de su mesa de noche.


Acongojada, Susana llamó por teléfono a su madre. Entre llantos le contó su angustia, su miedo...y sabiendo que a su madre no le gustaba ni Remi ni la extraña relación que su hija tenía con el, necesitaba contarle su dolor; después de todo, era su madre. Agustina, (aseguraba) no quiso abusar del “yo te dije”, y solo procuró calmar a Susana: “Ya verás que tuvo una aventura de una noche...mañana estará de vuelta tan campante a la hora de comer...estos son así...si lo sabré yo...” y entre ese argumento u otros similares, intentaba “calmar” a su hija que prefirió despedirse amablemente para seguir llorando sola.

Don Silverio vio una sombra desde su ventana e inmediatamente, como una acción refleja, fue a por su viejo pero eficaz mauser 1893 con mira telescópica. Bajó a la primera planta y ya sin luz que delate su amenazante presencia, pudo ver a Remi . Bueno...en realidad solo a su silueta...era imposible identificar a nada ni nadie desde esa distancia y en plena noche. Lo que si estaba claro era que, sea quien sea, estaba dentro de su casa. Don Silverio observaba la escena desde el almacén de la vieja mansión, que estaba ubicada como haciendo un codo en el inmueble; así pues, era posible ver el frente de la casa y sus principales ventanas.
Pronto vio la ventana de su hija Rocío levemente iluminada y su silueta lenta en la ventana, semidesnuda.
Volvió la mirada nuevamente hacia el invasor, y esperó pacientemente a que se decida a “mover pieza”.

Susana sabía que era sobre protectora y exageradamente cariñosa. Guardaba celosamente todas las fotos de su Remi. Esa noche miraba todas, una por una...recordando y recreando las situaciones. Era ya bien entrada la madrugada cuando sonó el teléfono.
- Susana....soy Rocío....perdona por la hora ...es que.... – Rocío no podía contener ni la angustia ni el llanto...
- ¿Qué pasa?...¡que pasa!....por favor..dime que está pasando...- casi suplicó Susana.
- Es Remi...es..está mueertoooo.....la culpa es miaaaaaa – le decía entre palabras y llantos...
Susana se puso su bata de franela y salió corriendo para allá. Sus peores presentimientos se habían cumplido. Corría por las calles con los ojos en blanco....descalza y solo con su bata no era la imagen de la cordura.

Remi trepó por el árbol que estaba justo al lado de la ventana de Rocío. En el mismo momento que el llegó a la rama final, Rocío abrió el cristal de su ventana. Don Silverio tenía un blanco fácil.
Se escuchó el maullido de la gata de Rocío, que estaba en celo. Rocío la dejó salir por la ventana.
Los ojos de Remi dieron un vuelco. En el mismo momento que iba a saltar siguiendo a la gata, se escuchó el disparo del mauser y su corazón fue despedazado por el plomo.
Remi cayó al suelo. Ni siquiera tuvo tiempo de maullar. Ni siquiera pudo acercarse ni a un metro de esa gata que había roto su monotonía. Ni siquiera la complicidad de Rocío, entregándole a su amada, pudo cambiar su destino ese día.

Susana, jamás volvió a tener otro gato.