miércoles, 23 de febrero de 2005

La última hora de Remigio

 Él no era un ejemplo de individuo emprendedor. Su esfuerzo fue dosificado durante toda su vida, y quizás no sea su afición al sacrificio el aspecto por el que debiera considerarse trascendente en esta historia.
Quise comenzar diciendo eso, pues no deseo dejar ningún tipo de duda en cuanto a la imparcialidad que debo tener con el personaje de este relato, que, a pesar de ser un vago empedernido (las cosas por su nombre), tuvo suficiente magnetismo, empatía y personalidad como para merecerse el protagonismo de una historia corta y por lo menos, bien intencionada como esta.
No quiero hacer una descripción física de Remi (una moderna forma de resumir a Remigio) pues a el mismo no le gustaría que lo haga. Debo decir, en resumen, que era especial.
Susana lo adoraba. A pesar de ser consciente de su falta de interés por el trabajo, a pesar de verlo diariamente en la cama ya bien pasada la mañana, a pesar de saber que era ella la que le llevaría diariamente el sustento, y que gracias a ella estaban juntos...a pesar de todo eso y mucho más, ella lo amaba; pero lo amaba con el convencimiento que, también a pesar de todo lo malo de Remi, él, si fuera necesario moriría por ella.

Remi podría ser acusado de cualquier cosa, menos de aventurero o promiscuo. Pero esa noche estaba dispuesto a todo. Quien sabe si la culpa fue de esa primavera que entró de golpe apoderándose de la última nieve de los montes, derritiéndola sin remedio, y apoderándose también de las hormonas de todos sin excepción en esas latitudes, derritiendo también las voluntades...a pesar que entonces corría el año 1970 y no eran “años demasiado hormonados”...que si fueran los años que corren, sería cursi hasta mencionar la primavera.
Quizás la culpa era de Don Silverio, con su absurda obsesión por espantar a los pretendientes de su hija Rocío...quizás la culpa era ella, de la hermosa Rocío....o quizás fue el destino. Esto último, claro, es ya una frase hecha y que se aplica cuando ya nada tiene sentido.


Hecho ya a la manera de resumen, el mapa emocional de esta historia, comenzaré por contar que una tarde de abril Susana llegó del trabajo, entró en la casa cantando, tiró los zapatos con tanta fuerza que fueron a parar arriba de un armario, y mientras se ponía cómoda buscó a Remi por toda la casa sin verlo. Finalmente, dándose por vencida, supuso que había salido (aunque a esa hora era poco habitual). Decidió comenzar por rescatar sus zapatos del armario, dentro de la elasticidad que sus flamantes cuarenta y dos años recién cumplidos le permitiría.

Dany era un niño de unos doce años, que solía andar por la calle por la tarde, pues cuando regresaba de sus clases de inglés, jugaba con su tabla de rulemanes aprovechando el impresionante desnivel de la calle América. Justamente bajando por medio del asfalto, vio a Remi por la tarde, ya casi noche.... corriendo raudamente por la acera de la misma calle, y parando en la esquina. Dany conocía a Remi...él jamás tenía prisa alguna... y le llamó la atención tanto la forma de correr como la brusca parada, mirando hacia ambos lados y demostrando cierto nerviosismo. Dejó la tabla de rulemanes en la acera y observó como Remi saltó la verja de la casa de Don Silverio.

Susana pasó toda la tarde y toda la noche esperándolo.
Nadie podrá saber nunca lo larga que le resultó esa fatídica noche en la que en ningún momento dejó de pensar en todo. En ningún momento se le ocurrió que podría haberse ido para no volver, no había razones para pensar eso pues el comportamiento de Remi había sido perfectamente normal en los últimos meses.
¿Una aventura?...Remi ya no era un joven sexópata...tenía una edad como para no plantearse aventuras sexuales riesgosas, más por comodidad que por otra cosa. Más se inclinaba Susana por la hipótesis de una desgracia, aunque no tenía ningún tipo de razones objetivas que sostuvieran esa teoría... todo estaba en su sitio...no había señales de nada irregular... solo rezaba para equivocarse.

Cuando relató lo que había visto, Dany no pudo dar demasiados detalles, pues aún estaba acongojado; pero admitió haberse asomado con discreción entre los arbustos para espiar la extraña conducta de Remi. Así pues, aseguró que estuvo media hora observando...y también admitió que Remi se dio cuenta de que estaba siendo espiado. Por la razón que sea, había decidido entrar a los jardines de la mansión.
Dany ya no quiso arriesgarse a seguir sus pasos, Remi estaba dentro de una propiedad privada y Don Silverio tenía fama de vigilar personalmente su seguridad mediante frecuentes paseos por sus jardines y patios, y como era un jubilado de la Legión, no sería de extrañar que estuviera armado. Así pues, se pierde la pista que pudo aportar Dany.


Sería absurdo continuar esta historia procurando esconder el fatídico final. La verdad es que Remi murió trágicamente. No es mi intención contar historias policiales...no quiero esconder el final...solo relatar una anécdota sobre la vida real que le deje a usted una idea aproximada de lo caprichosa que puede ser esta, cuando se ensaña con una casa que bien podría ser la suya.
Y ya que por fin me sinceré, me interesan especialmente los últimos momentos de Remi, pues, a partir de algunos testigos no solo ha sido posible seguir sus pasos, sino también buscar y encontrar a los responsables de su muerte.

Ya dentro de los jardines, Remi se ocultó detrás de un arbusto prolijamente recortado esculturalmente con tijeras de jardinería, al lado de un ridículo enano de cemento que parecía mirarlo con una sonrisa estúpidamente pétrea. Desde esa posición la única luz era la luna llena que daba especial realce a los grandes ojos azules de Remi, ojos que quedaron inmóviles y sin parpadear al notar que se encendía la luz en la habitación de la hermosa Rocío.
Su corazón latía cada vez más rápido. Con una agilidad cuestionable, adelantó diez o quince metros, tomando nueva posición detrás de una columna que había sido invadida por los abrazos de una verde enredadera.
Rocío lo vio. Discretamente, observaba por la ventana habiendo ya apagado la luz principal y dejando solamente la del velador de su mesa de noche.


Acongojada, Susana llamó por teléfono a su madre. Entre llantos le contó su angustia, su miedo...y sabiendo que a su madre no le gustaba ni Remi ni la extraña relación que su hija tenía con el, necesitaba contarle su dolor; después de todo, era su madre. Agustina, (aseguraba) no quiso abusar del “yo te dije”, y solo procuró calmar a Susana: “Ya verás que tuvo una aventura de una noche...mañana estará de vuelta tan campante a la hora de comer...estos son así...si lo sabré yo...” y entre ese argumento u otros similares, intentaba “calmar” a su hija que prefirió despedirse amablemente para seguir llorando sola.

Don Silverio vio una sombra desde su ventana e inmediatamente, como una acción refleja, fue a por su viejo pero eficaz mauser 1893 con mira telescópica. Bajó a la primera planta y ya sin luz que delate su amenazante presencia, pudo ver a Remi . Bueno...en realidad solo a su silueta...era imposible identificar a nada ni nadie desde esa distancia y en plena noche. Lo que si estaba claro era que, sea quien sea, estaba dentro de su casa. Don Silverio observaba la escena desde el almacén de la vieja mansión, que estaba ubicada como haciendo un codo en el inmueble; así pues, era posible ver el frente de la casa y sus principales ventanas.
Pronto vio la ventana de su hija Rocío levemente iluminada y su silueta lenta en la ventana, semidesnuda.
Volvió la mirada nuevamente hacia el invasor, y esperó pacientemente a que se decida a “mover pieza”.

Susana sabía que era sobre protectora y exageradamente cariñosa. Guardaba celosamente todas las fotos de su Remi. Esa noche miraba todas, una por una...recordando y recreando las situaciones. Era ya bien entrada la madrugada cuando sonó el teléfono.
- Susana....soy Rocío....perdona por la hora ...es que.... – Rocío no podía contener ni la angustia ni el llanto...
- ¿Qué pasa?...¡que pasa!....por favor..dime que está pasando...- casi suplicó Susana.
- Es Remi...es..está mueertoooo.....la culpa es miaaaaaa – le decía entre palabras y llantos...
Susana se puso su bata de franela y salió corriendo para allá. Sus peores presentimientos se habían cumplido. Corría por las calles con los ojos en blanco....descalza y solo con su bata no era la imagen de la cordura.

Remi trepó por el árbol que estaba justo al lado de la ventana de Rocío. En el mismo momento que el llegó a la rama final, Rocío abrió el cristal de su ventana. Don Silverio tenía un blanco fácil.
Se escuchó el maullido de la gata de Rocío, que estaba en celo. Rocío la dejó salir por la ventana.
Los ojos de Remi dieron un vuelco. En el mismo momento que iba a saltar siguiendo a la gata, se escuchó el disparo del mauser y su corazón fue despedazado por el plomo.
Remi cayó al suelo. Ni siquiera tuvo tiempo de maullar. Ni siquiera pudo acercarse ni a un metro de esa gata que había roto su monotonía. Ni siquiera la complicidad de Rocío, entregándole a su amada, pudo cambiar su destino ese día.

Susana, jamás volvió a tener otro gato.