jueves, 22 de diciembre de 2005

Capicúa

Safe Creative #1008087002770
Todo lo que sigue a continuación (incluyendo el título) es una trascripción literal de un extraño diario encontrado en una vieja casa de Abanilla, Murcia. Por su interés documental, he decidido publicarlo sin quitar ni agregar nada a lo que el autor escribió.


En el asilo


Debido al especial vuelco que hubo en mi vida, tuve que tomar la decisión de comenzar a tomar notas de lo que estaba pasando. Algo así como un diario...aunque tampoco es eso precisamente, quizás sea mejor que usted le ponga el nombre que le parezca.. Como jamás pensé que yo podría llevar cierto orden en algo, pido disculpas a quienes vayan a leer estos apuntes, que no responden a la inquietud literaria de una mente creativa, sino a una persona sin preparación lingüística y que lo único que quiere es dejar un testimonio de una extraña sucesión de cosas que a alguien podrían interesar.

Me llamo Dalmiro Rojas; la edad no importa, tampoco tendría sentido decirla, además ni yo mismo estoy seguro de cual es; creo que con el transcurso de este testimonio, usted comprenderá porqué no tiene mucho sentido hablar de ello.
Tampoco se entendería mucho explicar donde estoy ahora si no comienzo contando que todo empezó hace ...pues quizás algo más de dos años...... tenía entonces unos ochenta y tres cuando fui a vivir a una residencia para ancianos sobre la ladera de una montaña cantábrica. Mi mujer (esa vieja bruja) se murió con la generosidad de hacerme heredar su fortuna familiar, y ese dinero me sirvió (entre otras cosas) para pagarme el hospedaje en este hotel de lujo para viejos de mierda como yo. Perdone usted si hiero su sensibilidad con alguna palabra malsonante, es que me he vuelto bastante intransigente con el vocabulario, y a veces la impertinencia es la mejor herramienta de la didáctica.
En realidad no podía disfrutar de esa fortuna como hubiera deseado, pues al año de disponer de ella (malditos trámites, abogados, etc.) tuve un accidente en las escaleras del banco (malditas escaleras), que me dejó paralítico de la cintura para abajo (maldita parálisis). El siniestro incrementó mi fortuna en 150.000 euros más en concepto de indemnización, aparte del millón y medio que ya tenía. Imagino que usted se preguntará para que quiere un viejo como yo esa fortuna...¿para irse de putas caras? pues no, a menos que tenga filias como la coprofagia o la adoración de los pies (que no es el caso, porque aunque ya casi me olvidé del sexo, pero mis gustos no eran esos).......¿para recorrer el mundo? pues no...a menos que me lleve a alguien empujando la silla de ruedas...

Maldije decenas de veces a mi suerte al mismo tiempo que agradecía la posibilidad de poder pagarme cuidados de lujo. Por lo menos, podía permitirme putear a los médicos o a las enfermeras, pues yo era el huésped, el paciente y el cliente al mismo tiempo; y mi estancia en ese sitio significaba diez mil euros mensuales. En realidad, la parálisis era una desgracia, pero pensándolo bien, no es mucho lo que se puede hacer de la cintura para abajo teniendo esa edad, así que terminé aceptando todo con una resignación poco habitual en mi.
A mis hijas no les gustó demasiado mi decisión... me refiero a la elección de la residencia; sufrían por esos miles de euros que se iban y por los que tenía inmovilizados en el banco. No les quedó otro remedio que joderse, lo malo para ellas, no hacía más que comenzar.
En mi residencia para viejos de mierda ricos había médicos, cirujanos, enfermeras de todo tipo, quirófano...en fin, todo tipo de posibilidades para estirar unos días más la vida de los ya resignados inquilinos. Aparte de eso, las actividades no se diferenciaban mucho de las de cualquier residencia, con la diferencia que los dominós eran de nácar, los televisores de plasma, las tetas de las enfermeras eran más grandes y las habitaciones eran en suite; fuera de eso, cada tanto llegaba una furgoneta del tanatorio y se llevaba algún fiambre que rápidamente se suplantaba con el ingreso de algún nuevo inquilino. Tres veces me tocó ver la muerte de un compañero. Uno de ellos jugaba al tute conmigo, solía concentrarse cerrando los ojos para pensar la jugada, pero esa vez me parecía demasiado. Apenas lo tocaron se cayó...recuerdo que el pobre hombre se había cagado encima. Los otros dos casos es mejor no contarlos, créame que si cuento todo usted deseará no llegar a viejo.
Debo decir buscando la otra cara de la moneda que la vista era excepcional; muchos de nosotros usábamos telescopios para seguir en detalle la fauna de la montaña y los valles, quizás eso, y mis peleas con el viejo cabrón de Agustín, eran lo más divertido de ese lujoso aeropuerto, puente aéreo entre la vida y la muerte.
Antes de comenzar con mi nueva experiencia, me había hecho un especialista en fauna cantábrica gracias a mi telescopio y mis libros sobre naturaleza; es lo único que se puede hacer aquí que sea medianamente apasionante. La arpía de Mercedes, la jefa de enfermeras, dice que esa actividad es lo único que hacía que yo parezca humano, pero bueno...yo se que solo lo decía en respuesta a mis continuos ironías y provocaciones.

Pero el caso es que no me habría puesto yo a escribir todo esto si siguiera en ese sitio donde solo la muerte era la posible sorpresa. Todo cambió...aún no se si es para bien o para mal pero créame amigo, no se aún como empezar a contar esto porque me avergüenza lo estúpidamente inexplicable que es todo lo que me está pasando.
Convengamos que no es usual ponerse a escribir una especie de diario a los ochenta y varios años ¿no?...

¿Vamos al grano? Riiingg...Rinnnggg

Y como no quiero aburrirlo más con historias sobre ese patético aunque lujoso sitio, debo decir, no sin cierto rubor que todo comenzó un domingo en el que se festejaba el día del padre. Mi nieta Bárbara me venía amenazando desde hace tiempo con regalarme uno de esos teléfonos móviles modernos, y yo pude resistir bastante tiempo, hasta que finalmente transigí no sin antes poner unas mínimas condiciones que consistían en:
1) El aparato debía ser grande.
2) Los números debían ser aún más grandes...
3) El sonido de llamada debía ser riinggg...riiingggg y no las estúpidas canciones, mugidos de vaca, o demás "originalidades" de moda.
4) Las llamadas a mis hijas y nietas se resumirían en: (por ejemplo...Ana=1, Paula=2, Bárbara=3, y así, sucesivamente.

En realidad, ya no me acuerdo si había puesto más condiciones, pero esas eran las principales. Y claro, todo terminó en que después de la estúpida fiesta, me obsequiaron con ese engendro electrónico.
Yo lo recibí como quien mira un platillo volante y me llevó varias tardes aprender a manejarlo, tardes que bien podría haber aprovechado jugando al dominó con el viejo cabrón de Agustín.
Una vez aprendido su uso, llamaba diariamente a todos mis hijos y nietos para mendigarles algo de cariño. Mi familia no me visitaba casi nunca...y con el tiempo, mucho tiempo, yo fui comprendiendo que solo recogía el egoísmo que yo mismo había sembrado siempre. Pero como ya es tarde para arrepentimientos, mejor continuar con lo que quede de vida de la forma mas digna posible.
Posiblemente algo me perdí del manual del teléfono, porque un día, mientras estaba marcando un número apareció la voz de una operadora que decía:
- Si quiere morir, pulse 1.......si quiere seguir siendo un viejo de mierda, pulse 2........si quiere ser cada vez más joven, pulse 3.......
Se me escapó una sonora carcajada que hizo desconcentrar a Celso de su partida de mus...lo primero que pensé era que se trataba de una broma de mi nieta o una tomadura de pelo, pero de cualquier manera no dudé en marcar el tres. Y no escuché la voz de esa simpática señorita nunca más. Y todo habría quedado así si no fuera porque a los dos días me di cuenta que podía mover mis piernas.
Llamé al médico y le pedí discreción, él cambió de gafas dos veces antes de admitir lo que estaba viendo. En realidad yo no deseaba que mi familia sepa lo que me estaba pasando, pero el estúpido médico me aseguró que tenía la obligación de dar parte clínico de mi situación. Así que durante dos días me dediqué a darle un poco de gimnasia a mis piernas, pues quería marcharme de ese sitio. Al segundo día llegué a ponerme de pie, pero preferí no informar a nadie.
Al tercer día llegué con ayuda de unas muletas que encontré por algún rincón, hasta la oficina administrativa de la residencia.
La chica de recepción me miró con los ojos desorbitados. Seguramente, le resultaría más normal verme en posición horizontal y en una caja que de pie. Sonriendo, le dije:
- Ya era hora que pudiera verte el canalillo de las tetas desde arriba –
Inmediatamente hizo ese estúpido gesto que tienen algunas mujeres cuando usan grandes escotes para que las miren, y cuando las miran levantan pudorosamente la tela como intentando cubrirse, con un gesto de asco hacia el mirón.

- Bueno....que desea.... – dijo casi como echándome.
- Quiero firmar el alta voluntaria. Me marcho. –
- No puede marcharse, lo siento...necesitamos la autorización de su familia... – dijo la muchacha segura de conocer el protocolo de memoria.
- Lo siento, no soy un enfermo, solo estoy viejo. Estoy con mis facultades plenas y deseo irme, así que dígame donde hay que firmar, pues si no, me marcho sin firmita...¿lo tiene claro, morena...?
- Por favor...espere un momento... – suplicó.
Yo estaba seguro que había ido a buscar a su jefe. No quise perjudicarla así que esperé a que venga quien corresponda. Pronto reconocí a un médico que oficiaba una especie de jefatura de no se que....
- ¿Que sucede? – Me preguntó como si hubiera robado un par de calcetines en un supermercado...
- Eso quiero saber yo – contesté sintiéndome el dueño de ese supermercado...
- Es que me han dicho que se quiere ir – dijo como si se tratara de un pingüino que se quiere ir del zoo.
- Pues si...me quiero ir, pero como me quiero ir sin joder a nadie, dígame usted donde hay que firmar porque si no aquí se queda usted, sus enfermeras tetonas, y todos los futuros fiambres de su pecera....–

El encargado viendo que iba en serio, improvisó una carta y me la dio a firmar. Me imagino que era la primera vez en la vida que un anciano se iba de allí por su propia voluntad. Me sentí viejo de mierda revolucionario.

¿Volviendo a vivir?

El taxista me cargó las dos maletas. Dos enfermeras me ayudaron a subir al coche. En realidad, no me ayudaban una mierda, lo que hacían era curarse en salud por si me caía.
Le dije al taxista que me lleve a León. Que elija un hotel bueno.
Me llevó a un hotel llamado Alfonso V. En la recepción desconfiaron de mí porque no tenía tarjeta de crédito, y seguramente porque me vieron tan viejo que bien podría estar haciendo alguna travesura senil. Tuve que dejarles el resto del dinero que llevaba encima en efectivo para pagar las dos primeras noches.
Me dolían mucho las piernas por el esfuerzo. Ese día estuve en la cama. Sabía que mi familia me estaría buscando...bueno, estaría buscando a su herencia...así que decidí llamar a mi nieta Bárbara, que era la más razonable de todas.
Ella no entendía muy bien lo que le estaba diciendo. Le dije que por el momento, prefería no comentar por donde estaba. Necesitaba paz, tranquilidad. Ella lo entendió; o eso dijo. Días más tarde ( meses, yo que sé...) me reía pensando en la reacción de mi nieta...
Al día siguiente me levanté y noté que no necesitaría las muletas, si acaso, podría caminar apoyando alguna mano en las paredes...lo primero que hice es ir a la sucursal bancaria; saqué una interesante cantidad de dinero y volví al hotel para descansar, aunque curiosamente, poco a poco iba notando que me costaba menos andar.
No se cuanto tiempo dormí. Pero durante varios días aproveché muy bien a esa mullida cama. Un día me levanté y encendí la televisión, disponiéndome a ver un telediario. Cogí unas nueces en lata de esas que tienen en el mini bar, y una cerveza (ya no tenía médicos vigilándome).
La noticia del día, era el tsunami en el Índico. Me quedé mirando como un idiota...¿Otro más?...
Escucho atentamente.....”250 mil personas perdieron la vida. Las zonas más afectadas fueron Indonesia y Tailandia, aunque los efectos devastadores alcanzaron zonas situadas a miles de kilómetros: Bangladesh, India, Sri Lanka, las Maldivas e incluso Somalia....”
“......el tremendo efecto devastador que comenzó con la gigantesca ola del 26 de diciembre....”
¿26 de diciembre?...pensé...sería una actitud estúpida, pero necesitaba saber en que año estaba...no me dio vergüenza llamar a recepción y preguntar, total...cosas peores habrían escuchado.
2 de enero de 2005...¿¿??. Miré la garantía de mi teléfono móvil...estaba firmada en día 12 de marzo de 2006, siete días antes del día del padre.
Me senté un rato hasta digerir esto.
Volví a confirmar los datos. ¿Estaba viviendo hacia atrás?...
Una cosa era coherente con todo esto, ya no tenía parálisis. Si la teoría del tiempo regresivo fuera cierta, tendría que sentirme cada vez mejor, sería cada vez más joven.
En mi macro-botiquín de viejo de mierda, tenía todo tipo de fármacos. Elegí un somnífero y tomé lo suficiente como para dormir diez horas sin escuchar un derrumbe.

Al día siguiente me desperté con renovado vigor. Bajé a la cafetería y pedí un desayuno completo y el periódico. Lógicamente, lo primero que hice fue mirar la fecha:
13 de diciembre de 2005....habían pasado doce días hacia atrás desde el día anterior. O sea que el tsunami aún no había ocurrido...¿debería avisar a esa pobre gente?..pero quien me haría el mínimo caso...si ni yo mismo estaba seguro de lo que estaba ocurriendo.
Me sentía mucho mejor....aunque estaba tremendamente confundido. Desayuné copiosamente y subí a la habitación.
Pedí una calculadora...papel...bolígrafos...periódicos...no era demasiado bueno con los números. Bueno...no era demasiado bueno en nada...intenté comprender desde la óptica matemática y llegué a la conclusión que, por cada día que estaba viviendo, estaban “pasando” doce días hacia atrás, por lo menos, en mi morfología, pues el “destino” del mundo no cambiaba en absoluto, seguían pasando las mismas fatídicas cosas que habían pasado ya ante mis narices, con la sola excepción de mi propia vida, que no repetía mis experiencias pasadas sino que me daba la posibilidad de vivir dos veces. Viviría una vida extra, pero muchísimo más corta si mis teorías se confirmaban.
Ese mismo día decidí comenzar a escribir esto, y me hice prometer a mí mismo que seguiría haciéndolo hasta que el destino o lo que sea lo que me tocó vivir, me lo permita. No me gusta mucho escribir ni creo saber hacerlo de manera apropiada, por eso iba escribiendo a medida que iban sucediendo cosas.
Como puede ver, así nació esta especie de diario. ¿Debería llamarle diario?
¿Y mi familia?. Como es lógico, decidí no llamarlos. Esto no lo entiendo yo, ¿cómo lo explicaría?...
Compré una agenda, y la acomodé a mi nuevo ciclo vital. Reflexionando, comprendí que entré al asilo con ochenta y un años, y en un sitio como ese, con excelentes cuidados podría haber vivido (o resistido vivo) durante algunos años más, casi hasta los noventa. De acuerdo a lo que las matemáticas me decían, cada dos horas de nueva mi vida equivalía a un día regresivo, o sea que, finalmente, viviría más o menos la misma cantidad de años reales, con la única diferencia de que podría disfrutar de una salud cada día mejor.
Eso me traía aparejado que el hotel me estaba costando mucho menos, pues ellos contaban de acuerdo al paso del tiempo hacia adelante y no el regresivo, que solo pertenecía a esa especial vida que alguien o algo decidió que yo debería experimentar.
En fin..demasiadas cosas en las que pensar, y poco tiempo para reflexionar.
Lo mejor era vivir.

Atando cabos

Ya instalado en mi cuartel general (el Hotel de León) y habiendo digerido mi nueva situación, me dije que lo mejor sería vivir, o sea, disfrutar al máximo todo lo que me estaba pasando; después de todo, si hubiera seguido en el asilo no podría aspirar más que a un muy buen cajón de pino.
No había tiempo que perder. Desde que salí del asilo ya habían pasado tres meses, (o sea, 3 años hacia atrás), y ahora tenía casi ochenta flamantes años, y podía caminar.
Consulté mi agenda. Algo no encajaba.
Mi mujer murió en el año 2004, o sea que dentro de muy poco tiempo me quedaría sin herencia...
En vida de ella no pude disponer de nada, el único momento sería ahora, y debía darme prisa pues si el tiempo seguía pasando, me quedaría sin un duro...pues la herencia la cobraría antes...o sea, después...
Fui a la sucursal bancaria. Le dije al director de la sucursal que retiraría en efectivo todo mi dinero. El hombre miró la pantalla de su ordenador, puso mi número de cuenta y me miró a la cara como si yo estuviera loco. Ya me estaba acostumbrando a esa clase de mirada.
Me pidió que vaya al día siguiente, pues debía pedir más fondos, no disponían de la cantidad de 1.645.000 euros en efectivo. Acepté, no sin antes mirarlo como si fuera un mendigo.

Al día siguiente, allí estaba yo con una robusta mochila de cuero vacuno para retirar mi dinero.
Ya nunca más en el futuro pasado me separaría de esa mochila.
¿Que más podría hacer que dedicarme a vivir?
Dejé el Alfonso V de León, que a pesar de ser un excelente hotel, ya no estaba a la altura de lo que mis nuevas posibilidades me ofrecían.
Me esperaban los cinco continentes, y una salud que, buena o mala, ya me la conocía pues había pasado por ello.

Piñas coladas, sexo y rock and roll

Pensé que Bahamas podría ser un buen comienzo. Llené mis maletas de todo lo necesario, compré el billete y partí rumbo a Paradise Island con mi inseparable mochila pegada a mi hombro.
La nueva sensación de viajar en primera clase me estaba subyugando. A cada rato llamaba a la azafata para pedirle algo; alguna vez la llamé, y cuando llegó yo había olvidado para que la llamaba. Me quejé de la comida (estaba buenísima). En síntesis, me convertí en un auténtico viejo de mierda forrado de dinero y encima, plasta...me encantaba eso...
Mientras hacía la breve cola del aeropuerto de Nassau, sonaba música de reague. todos los nativos que estaban en el aeropuerto, ya sea con funciones administrativas, de limpieza, o seguridad, se balanceaban de una forma casi imperfectible.
Ya en el hotel, Me fui a duchar y mientras lo hacía tuve una tremenda erección. Y eso que no estaba dentro de las opciones de la operadora (¿sería marcando cuatro?); me quedé mirando este fenómeno asombrado hasta que finalmente decidí prestarle auxilio manual a mi nueva y flamante masculinidad.

Un día, al afeitarme percibí que tenía bastante más pelo. Sonreí orgulloso de mi presencia.
No sé cuanto tiempo pasé allí, ya me molestaba eso de contar los meses o las semanas, al final solo me ponía de malo hostia viendo como mi proceso “retrovital” se consumía sin remedio.
Lo que si hice es tomar muchas piñas coladas y hasta tuve una magnífica relación sexual con una americana cincuentona. Yo mismo me sorprendí.
Claro, a todo esto, yo había tomado mis precauciones, pues sabiendo que en algún momento drenaría de existir el Viagra compre cientos de cajas para la posteridad por si venían momentos de flojera. Aunque la verdad es que cada vez las usaba menos.

Lo que voy a decir, le va a parecer una barbaridad. A mi también me lo pareció, pero esto es un cúmulo de confesiones así que me culpo pues, que al ver que aún era bastante más joven sentí impaciencia por llegar a tener cincuenta...cuarenta....ya se, es ridículo, la vida está pasando muy rápido y eso es absurdo. Lo que pasa, es que en el fondo, nadie acepta ser viejo si el futuro es la juventud.
Aceptamos la vejez y la muerte, porque nos vamos preparando durante toda la vida para ello. Cuando nos vemos mermados de facultades, y todo va a peor, la muerte es una puerta que se abre, una solución. Pero cuando nos vemos viejos, arrugados, feos ante el espejo, pero sabemos que seremos jóvenes y guapos, se genera cierta histérica impaciencia que no tiene explicación objetiva. Es parte de las miserias de ser humanos.

Los mejores años. (¿años?)

Estaba yo en el bar de la piscina del hotel Sheraton Waikiki de Honolulu con un daikiri en la mano, y admirando las generosas tetas de una canadiense que Dios puso en el radio de acción de mi vista, cuando comencé a sentir un fuerte dolor. Subí a mi habitación y miré mi agenda. Confirmado, coincidía con mi operación de hernia inguinal, así que de inmediato cogí un taxi y le dije que me lleve al mejor hospital.
Fui a parar al Quenn’s Medical Center. Exigí un médico que hable español. Le expliqué que me dolía la ingle y que lo que quería es que me des-operen, o sea.....que me operen quitándome la cicatriz y dejándome el testículo como estaba. El tipo me miró como si estuviera loco, y lo cierto es que lo que le estaba pidiendo no era de cuerdos.
Pero el cirujano habló con sus superiores, y todos decidieron solucionar ese problema como se solucionan todas las cosas en los Estados Unidos; o sea, si usted paga, puede pedir lo que le dé la gana. Hasta invadir Iraq....pero no me haga mucho caso, eso había sido hace muchos años ya. Bueno, por invadir, nunca se han privado.
Salí del Quenn’s con mis partes enteras, y no me dio la gana de explicar nada a los médicos que en rigor, no hicieron nada, pues vieron como en sus narices desaparecía una antigua operación, incluyendo todos los puntos, uno por uno.
Luego me pregunté para que hice eso, si después de todo no necesitaba los servicios médicos. Todo sucedería de forma natural...la respuesta que me di, es que soy un hijo de una gran puta, que tengo dinero y que quiero ver como los cirujanos más cotizados del pacífico ponen cara de gilipollas intentando explicarse lo inexplicable.

No sé cuanto tiempo después, estaba yo en el Otton Hotel de Rio de Janeiro jugueteando con dos mulatas cuando se me vino encima la fecha de mi operación de apendicitis.
Lo único que me preocupaba es que quizás tenía demasiado aspecto de cincuentón rico, y posiblemente se me acercaban las mujeres por esa circunstancia; yo en realidad tenía mucho interés en enamorar a una joven, hacerle perder el sentido...
Y así pasé más y más tiempo gozando de la maravillosa experiencia de vivir para atrás. Decidí olvidarme de mi familia. Para siempre. Así, sin más... pensé que lo mejor sería ir forjándome una nueva vida.
Pagar con dinero en efectivo, y una salud que ya conocía, pues había pasado por ello.
Una noche carioca, yo cumplía años. No hay nada mejor que festejar el día del cumpleaños sabiéndose más joven. Era mejor no hacer fiestas de cumpleaños, se me iría la fortuna en ello....
Esa misma noche, luego de ser consciente de mis flamantes cuarenta y cinco años, subí a una especie de piano bar que había en el último piso del hotel. No quería estar disfrazado de turista, y me vestí al estilo europeo, pantalón gris, camisa azul sport con botones en el cuello, chaqueta azul marino con botones metálicos; y como me había dado una vena de coquetería estrené una boina con un ancla.
Pedí un Chivas de doce años con hielo y agua, y me senté a escuchar que estaba tocando el pianista de turno. Tocaba Take These Chains from My Heart creyendo que sabía hacerlo. Si tocaba un poco más alto, seguramente vendría Ray Charles desde su tumba recuperaría la vista para ver donde le pegaba y lo dejaba morado a bastonazos. Siempre me pregunté porque estos músicos contratados para entretener no tocan música menos emblemática....¿porqué enfadar a los genios?
Mientras movía el vaso jugando con el hielo (¿porqué los camareros con influencia yanqui llenarían tanto el vaso de hielo?) vi a unos grandes ojos verdes mirarme. Como hacía muchísimo tiempo que no me sentía observado por una mujer, lo primero que pensé, fue que era una prostituta.
Era una prostituta.
Me quejé en la recepción. Si yo quería una sexo de pago la buscaría por otro lado, pero es repugnante encontrárselas en un piano bar. Está demás decir, que echaron a esa señorita casi a patadas en el culo. Me sentí un ricachón repugnante. Eso me encantaba...me daba poder...un joven con dinero, jamás tiene la misma influencia que un maduro con dinero.

Usted se preguntará porqué me siento tan bien atropellando a la gente, siendo rico un viejo de mierda desconsiderado...y sería una buena pregunta. Digo en mi defensa, que hasta mis ochenta y tres años cuesta abajo, nadie, pero absolutamente nadie se apiadó de mí. A medida que pasaban los años yo iba perdiendo la frescura que tuve en mis años de juventud, perdiendo poco a poco, año tras años, todos mis sueños, todo tipo de esperanza en la humanidad. Me sentí cada vez más pobre económicamente, a partir de los cuarenta años, todo comenzó a salir mal...poco a poco se alejaban los amigos y hasta los enemigos.
Cuando dejé de ser un hombre de éxito mi mujer dejó de amarme, solo me tenía cariño. Era muy comprensiva y buena compañera, eso si. Mis hijas jamás me perdonaron que yo haya tenido una desahogada juventud y una pobre madurez. Me volví a casar a los cincuenta, y eso terminó de alejarlas de mi; lo único que las mantenía cerca era el olor a la fortuna familiar de mi nueva mujer.
De joven tuve que presenciar como se llevaban mis trabajos, mis empresas...como los viejos de mierda con dinero terminaban con mis esperanzas y con mi confianza en el hombre.
Y aunque todo ello no sirva de justificación, puede entender usted como, en afán revanchista, intento también sentir algo así como el síndrome de Hitler invadiendo Polonia (diría Woodie Allen). Ya tendré tiempo de madurar ¿no?... a medida que me vaya haciendo más joven...¿qué es lo que dije? ..bueno...no voy a rectificar.
Y así, entre filosofía barata y demasiada tranquilidad, decidí que era hora de cambiar de aires.
Llamé al tourist asistant del hotel (los buenos hoteles tienen de todo) y le dije que quería verlo por la mañana siguiente en la cafetería. Quería planificar mi siguiente viaje.
Y el siguiente, y el siguiente….

Cambio de rumbo. (que estupidez acabo de escribir)

Caminaba yo una de mis nuevas y regaladas noches por las pardas y tullidas alfombras del Dunes Hotel de Las Vegas, (que había sido demolido años después, pero era un “clasico”) luego de perder 50.000 dólares a la ruleta cuando un espejo me pilló por el camino mostrándome a un hombre adulto pero guapo, que casi no tenía canas y me regocijaba viendo mi cuerpo erguido y desafiante.

No se cuanto tiempo pasó desde mi huida de la residencia; después de todo, una vez había escuchado que “el tiempo no existe, es un invento de los bancos para ganar dinero en intereses”.
Compré un apartamento en Buenos Aires. Me encantaba esa ciudad. Me esmeré en que sea un sitio céntrico pero no de los más lujosos. Durante meses me deleité recorriendo el país de punta a punta, Iguazú, Bariloche, Mendoza, Mar del Plata...pero mi cuartel general estaba en ese apartamento de la calle Tucumán.
Me atosigué comiendo pizza de Banchero, vermicelli al doble pesto en la calle Corrientes, y asado criollo, chuletones y todas las carnes que uno se pueda echar encima a sabiendas que el colesterol no me mataría.
Un día subí por el ascensor y casi le cierro la puerta en la cara a una señora sin quererlo, solo por descuido. Ella me dijo con desaire:

- Esta juventud de hoy.... –

Cuando entré fui directamente al baño, ¿tan joven era? pues si.... creo que no aparentaba más de treinta años. Pero como era un joven que no había perdido la mentalidad de viejo, me dedicaba a espiar a una vecina por la ventana.
Ella tenía un cuello largo y sensual. Su cabellera larga le caía hasta los hombros, y caía dibujando una figura casi mística. Tenía un cuerpo curvo con líneas suaves y vagas. Aunque las primeras veces buscaba ver su desnudez, últimamente la miraba mientras leía...¿qué leería?...¿habrían muerto los escritores de “mi generación”? ...¿cuál era mi generación? la de esa muchacha seguramente no...
Aunque no sabía como abordarla y tenía inseguridad, no descansé hasta hablar con ella. Creo que le caí bien de entrada. Las argentinas tenían fama de mujeres sofisticadas y cultas...tenía miedo de no dar la talla, después de todo, yo seguía siendo un viejo con cuerpo joven...
Ella pintaba, y en ocasiones me invitó a ver su atelier. Su pintura era tan suave y mágica como toda ella. Su obra se basaba en hadas y los colores verde suave y pastel invadían mis sueños, sueños regresivos donde todas las imágenes iban hacia atrás encontrándome siempre con su rostro.
Finalmente hicimos el amor en su sofá una vez..dos veces...una docena ....ya no podíamos despegarnos el uno del otro. Me enamoré de ella como nunca pude imaginar; para mi, esa clase de amor era pura fantasía, y esta vez, la fantasía se metía en mi alma en forma que jamás pensé que podría describir, y desisto de ello.

Un día decidí confesarle que era portador de una fortuna para disfrutarla con ella. Se puso seria e inició una conversación que para mi fue decisiva:

- Gallego...(así era como me llamaba ella cariñosamente)...vos me tenés loquísima, estoy re-enamorada de vos pero si me venís con esas boludeces de ir a Saint Thomas y que se yo...te voy a mandar al carajo...¡yo me enamoré de vos, boludo, de tu misterio. Si entrás en esa variante vas a ser un gallego de mierda con guita....
- Solo quiero disfrutar todo lo que se pueda de esta vida contigo...no me creerías si te contara mi vida pero quiero que me creas que te necesito...- le dije casi suplicando.
- Entonces viví el presente...que carajo me importa tu pasado...te voy a decir una cosa que no te dije nunca: con vos me siento protegida, pero no esa protección material, siento como si fueras mucho más maduro de lo que indica tu edad, ¿sabés?...me da la impresión de estar con un viejo con cuerpo de joven y eso me fascina....
- Y que me dices del futuro?
- No hay futuro. – afirmó convencida.

Esa charla fue la que le dio sentido a toda mi vida. Tuve que pasar dos vidas para entender que era eso de enamorarse. Comprender lo que es el amor me llevó a darme más cuenta aún de todo el egoísmo que tuve en mi vida (¿en mis vidas?).
El amor me hizo olvidar de golpe mis revanchas contra la existencia y la gente. Esa mujer era todo lo bueno que yo había conseguido a lo largo de mis vidas ascendentes y descendentes.
Pasé revista a mi nueva (o vieja) vida, vagando por el mundo billetes en mano, poniendo a la gente de rodillas, sin sentir la mínima necesidad de ser necesario para alguien. Esa mujer le dio sentido a toda mi absurda e increíble paso vital.

Por una vez debía hacer algo por los otros. Por ella....

Advertí que la relación no tendría futuro ( o pasado ya no se como llamarle al tiempo), yo sería cada vez más joven, hasta ser un niño, un bebé...y después ...pues no se...quizás desaparecer para que por fin me venga la muerte que aguarda a todos los humanos. ¿Debería decirle la verdad?...ella sufriría, además seguramente no me creería.
Me marché dejándole casi todo mi dinero, y este relato; hasta el párrafo anterior claro. Además, una nota que decía:

“Es posible que sufras cuando leas esto. No entenderás mi decisión y me maldecirás mil veces pero quiero lo mejor para ti. Por una vez en la vida, las hadas color pastel de tus pinturas vinieron a verme para mostrarme cual es el camino más difícil en el amor, el acto de dar. El dinero ya se que no te interesa, pero te servirá, por lo menos, para que el mundo conozca tu obra. Después de todo, ¿también hay marketing en el arte no?. Te quiero. Te quise. Te querré siempre. Ahora y cuando sea un bebé.”

Me refugié en mi Murcia natal; en un pueblo llamado Abanilla. Allí disfruté de la vida provinciana de la huerta, escribía cada vez menos y yo me hacía cada vez más joven.
Solía ir con los mozos de romería, y cada vez me apetecía menos escribir, aunque sabía que había que hacerlo.

Había una tía en el pueblo que era una jartá de presumida. La tía molaba un huevo pero le daba plantón a todos los colegas de la peña porque se creía muy guay. Entonces lo que ice fue tirarmela aprovechando mi verborrea de pureta y la dejé tirada y q se joda. El viernes nos vamos todos pa Murcia pq ay fiesta huertana y dicen que va a aber unas tías q te cagas. ¡Joder! Se me hdddddado la forma de hablar de mis nuevos amigos......¡Hostia!...ya no se quien coño soy.....

La vida en el pueblo es guay. Ay muchos chicos de mi edad. A beces me preguntan por mis papás y eso pero yo no quiero ablar de eso porque no se mucho. Solo se que tengo que seguir escribiendo. Aunque no se pa que.

Aller me compraron un balon de fubol y juego con los chicoooos es lindo es liiindoooooo

Mi mama me mima yo amaso la masa mi mama amasa mi mama me ama
Maammaaa...maaaamaaaaaaaaaaaa

Ñalsdññ ooowowwooooo0 ma..ma ç+pppwpp`0p`wp+eopw+owopewqo’wqeopweqoweq+wqeweq’0ò’`pw`
0wq`wq`wqe`wq`0wq
`wqiwjñdjsaljñ
Ps`psa¡
Ñkj´ñajñ´sk´ñlskñ´lskdlifpireoeoeo`ro-p`ki