lunes, 7 de septiembre de 2015

Conversaciones con un roble

El día que hablé con un árbol
No abandoné del todo el placer de escribir. Hoy quiero plasmar un relato que parte de una hipótesis absurda: una charla con un árbol. Aceptaré con gusto los consejos de un buen psiquiatra, pero aquí está la criatura...


Ese día me estaba dejando llevar por algo parecido a la ira. Quizás también algo de desesperanza; y eso no encajaba con el plan de vida que practico desde hace seis años. El calor era agobiante aunque no sea habitual por estas latitudes, y obedeciendo a un instinto natural salí de mi casa en dirección del Parque del Oeste en busca de un sitio para “resetearme” y meditar.
Caminando con cierta incomodidad debido al desnivel de 25 grados del suelo, encontré un sitio que “sintonizó” conmigo. Era un roble que había crecido bifurcando su tronco en dos piezas robustas y que ofrecía una sobra apacible. El movimiento de las hojas parecía darme la bienvenida. Me ubiqué en el suelo apoyando la espalda en dirección a la parte alta del desnivel del suelo y puse mi mochila para reposar mi cabeza.

Una vez que la tranquilidad del árbol me arropó, comencé a sentir una brisa fresca y balsámica. Mi mirada exploraba la misteriosa belleza del árbol, y su expansión en infinidad de ramas y hojas, al mismo tiempo que me sorprendía el micro-cosmos formado por musgo, laboriosas hormigas, hojas secas y colores…muchos colores.
El movimiento de las hojas con la brisa parecía saludarme, y curiosamente, éstas aleteaban en distintas direcciones sin que las leyes de la física parecieran interferir en su danza, pues la brisa venía solo en una dirección; es como si ellas cogieran la brisa y la esparcieran caprichosa y alegremente…es como … (y ya empiezo a decir tonterías) como si se estuvieran comunicando conmigo.
Envuelto en esa curiosa sensación, “algo” en mi mente comenzó un dialogo, al que me presté intentando escudarme en que la locura temporal es solo un capricho del creador.

ROBLE: No estás loco y lo sabes.  Bienvenido…
MIGUEL: Bueno…juguemos a que no estoy loco…te veo bien, contento…
R: Si, es así…especialmente cuando me elegiste. Es curioso que cuando más calor hace, los hombres prefieren encerrarse en sus casas… así no podemos hacer nuestro trabajo…
M: ¿ Trabajo?...¿a que te refieres?
R: Todos los seres vivos tenemos una misión. Nosotros conocemos la nuestra, que está muy vinculada a la vida humana. ¿No te parece curioso que a pesar de la depredación del hombre hay tanta gente que nos defiende?... y te aseguro que no es solamente por la producción de oxígeno.
M: ¿Intentas decirme que el hecho que yo esté aquí ahora no es una casualidad?
R: No existen las casualidades. El impulso que tuviste para venir aquí no es una casualidad, has elegido venir y has elegido sentarte al mi lado entre muchos colegas que pueblan este parque.
M:  Bueno…reconozco que me sentí atraído por el movimiento de tus hojas.
R: No tengo cuerdas vocales…jajajaja! ¿de que otra manera puedo coquetear contigo?
M:  Voy a seguir el juego. ¿ Me notaste tenso?
R: Si, pero es ahí donde comienza mi trabajo. Mi energía está programada para la protección. Tanto tú como yo vivimos en vibraciones muy densas y nos necesitamos. Yo debo hacer mi parte…
M:  Estoy de acuerdo con eso de que vivimos en vibraciones densas, pero siendo así, ¿Cómo es posible que yo estoy hablando con un árbol?...se supone que somos criaturas con niveles de evolución diferentes.
R: Eso es cierto. Nosotros somos formas de vida más simples. No tenemos eso que el hombre llama “conciencia de existir” (lo que me parece una frase muy estúpida), pero el hombre tiene esa dichosa conciencia de si mismo y sin embargo es incapaz de resolver sus problemas sin ayuda de ansiolíticos, alcohol y otros inventos similares. El hombre tiene “conciencia de existir” pero no suele tener idea de para qué existe. Tú, por lo menos, hoy has elegido una vía natural. El hombre se sienta con los árboles desde hace miles de años; en muchas ocasiones hemos ayudado a resolver problemas históricos…recuerda a Newton y su manzano…por cierto…te estás por dormir…intenta no hacerlo, pues luego dirás que todo esto fue un sueño.
M: Todo lo que me estás diciendo tiene mucho sentido, pero me cuesta aceptar que un árbol maneje cierta información relacionada con la sabiduría…
R: La sabiduría no es patrimonio de nadie. Solo del creador. Entiendo que te parezca raro que un estúpido árbol hable de cosas trascendentales, pero si hay un ser en la creación que no está dotado de sabiduría, ese es el hombre.

El creador expande su sabiduría por todo el universo y depende de los seres vivos el poder conectar con ella. Nosotros, los árboles, pasamos muchísimo tiempo (días y a veces meses)  sin conectar con el hombre, pero no es culpa nuestra. Muchas veces los hombres recuperan su paz descansando con nosotros, pero rara vez van a vincular ese bienestar con lo que lo que nosotros les damos. Los hombres piensan que el “efecto terapéutico” que les producen los árboles se debe solo a la distancia que decidieron tomar de otros hombres al acercase a nosotros; en parte es cierto pues tienen la curiosa costumbre de sentirse tan intelectualmente completos que solo producen  corto circuitos entre egos heridos. Es raro encontrar un ser humano dispuesto a escuchar, dialogar y abrazar sin hacer preguntas. Nosotros estamos diseñados para dar frutos, sombra, paz…solo pedimos a necesitamos alguna lluvia y sol, pero si aparte de recibir lo que necesitamos para seguir vivos nos dan amor, nuestra capacidad de sanar se multiplica muchas veces. Pocos seres vivos metabolizan el amor como nosotros.
M: ¿De donde sacas toda esa información?...yo puedo cometer muchos errores, pero por lo menos tuve acceso a infinidad de libros y la experiencia humana de milenios.
R: ¿Libros?...¿experiencia humana?...déjame decirte que aunque los libros son una buena fuente de información, la experiencia humana es un bagaje informativo pavoroso. Todo lo que puedes aprender respecto de la experiencia de vivir está fuera de cualquiera que sea la doctrina del conocimiento que elijas. La verdad está siempre oculta al alcance del hombre, pero no hay que culpar a nadie, fueron los propios hombres en su necesidad de poder los que ocultaron el conocimiento.  Pero como puedes ver, es fácil si decides abandonar la vanidad de los conocimientos encorsetados y clasificados.
Pero respondiendo a tu pregunta, el verdadero conocimiento está en todas y cada una de las criaturas del universo. En cada partícula sub-atómica hay conocimiento.
M:  Estás sub-estimando al cerebro…
R:  El cerebro no es el portador de la información. Es una antena. La información de todo lo que es, lo que fue y lo que será, está en el éter…está en la conexión con el “todo”. El cerebro es un magnífico invento del creador, pero por más que los cirujanos corten neuronas y  las miren por el microscopio, jamás van a encontrar una idea. Y lo que es peor, jamás encontrarán una emoción.
M: ¿Te refieres a lo que Jung llamó el  inconsciente colectivo?


R:  Jung fue un ser humano maravilloso. Su búsqueda nunca será suficientemente reconocida por la ciencia. Jung encontró una pista que, de haberse profundizado hoy el mundo sería otro. Por el contrario, entronizaron al cocainómano Froid y sus obsesivas teorías basadas en su propia insatisfacción sexual.
¿Has oído hablar de los registros arkasicos?...pues bien, es lo que más se parece a la idea del conocimiento del todo.
M:  Pensaba que esas son cosas de los “magufos” y sus canalizaciones con extraterrestres
R:  Hay mucha contra-información en lo que puedes leer al respecto. El secreto es leer mucho para quedarte con las ideas que “resuenan” en tu corazón.
M:  Tenías razón…no sé si estoy dormido…
No lo estás. Hoy estás más despierto que ayer. Por cierto, ¿estás mejor?
M:  Si, pero en realidad no sé por qué
R:  Simplemente porque sintonizaste con tu mismo, con lo divino que hay en tu ser.
M: ¿Tu sabes la razón por la cual yo no me sentía bien hoy?
R:  Podría quedar muy bien diciéndote que si, que lo sabía; pero en realidad el que lo sabía eras tú mismo. La ira no te dejaba pensar con claridad, o…mejor dicho…sentir con altura.
M:  Alguna vez tuve alguna charla como esta. Pero fue invocando a mis “guías espirituales” durante una meditación profunda.
R:  El creador es tan sabio que puede manifestarse a través del espíritu hasta bajo la forma de un torpe árbol. No hay ninguna diferencia.
M:  Bueno…me voy a ir. Me gustaría saber cómo quieres que te llame a partir de ahora.
R:  Llámame “Roble”. Se acerca más al imaginario humano.

Y me fui lentamente. Al darme vuelta volví a ver las hojas agitarse. Pero, curiosamente,  no había brisa…