Montmartre fue testigo
de confesiones.
Café Le Barouder, madera y sueños.
Historias de dos vidas,
trenes perdidos..
y décadas ardiendo
en esos leños.
Montmartre absorbió todas
las emociones.
Café Le Barouder, templo de Eros.
Nuestras manos perdidas
entre las ropas
y los leños ardiendo
por el deseo.
Montmartre y sus aliados,
los acordeones.
Café Le Barouder, siempre discreto.
Su cuarto color ocre
del primer piso,
nos dio…
la noche más mojada;
de un París seco…
Una manera de dejar una especie de testimonio vital permanente, un baúl de momentos creativos (o intentos vanos de llegar a ellos). Rincón para que descansen reflexiones, poesía, relatos, fotos, pinturas y otros partos cotidianos del pensamiento y de las manos, aplicadas a intentar hacer algo estéticamente digno.
lunes, 17 de agosto de 2009
miércoles, 5 de agosto de 2009
Distancia II
La distancia
(Esa crudeza)
Congela las caricias postergadas
bajo el manto de la última nevada,
¡ que tristeza !
Es esa primavera aletargada
que abrirá sus pétalos un mayo.
Es un invierno largo y penitente,
es una amnesia profunda
nunca breve.
La distancia:
es un plazo,
una quimera,
es la agonía.
Es el fracaso que me priva de mis días.
La distancia,
esa mancha de ausencias.
¡ Esa sangría !
(Esa crudeza)
Congela las caricias postergadas
bajo el manto de la última nevada,
¡ que tristeza !
Es esa primavera aletargada
que abrirá sus pétalos un mayo.
Es un invierno largo y penitente,
es una amnesia profunda
nunca breve.
La distancia:
es un plazo,
una quimera,
es la agonía.
Es el fracaso que me priva de mis días.
La distancia,
esa mancha de ausencias.
¡ Esa sangría !
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