sábado, 9 de octubre de 2010

Mi gato Legui en las ondas...

El locutor Carlos Rodriguez (Onda Cero) grabó y recitó el "Primer soneto a mi gato Legui" en su programa "Como el perro y el gato".
El poema formará parte de su próximo libro "Historias de gatos".
Legui está muy contento, ya es un "gato de cuento"...

La mentira como expiación

Aprendí a beber
la baba de caracoles,
aprendí a volar
por sólidos cielos grises.
Aprendí a sonreírle
a cretinos y acreedores.
De la escuela de mis días
(casualmente)
me gradué de miserable,
guardando mis tesoros
en amalgamas, alquimias
(que no ha disfrutado nadie)
para después de mi muerte
cerrando las albadillas.

Necesito que me mientan.

No me digan,
por favor…
que no va a haber otra vida.





viernes, 8 de octubre de 2010

El refugio de las letras perdidas

Seguramente me sentiría más satisfecho si no escuchara como un eco a las últimas palabras que pronuncié, si mi propia sombra no siguiese pegada a mis pies, si el dueño de la voz de mi conciencia se mantuviera apartado de mi alma, si mi estúpido doble en el espejo no me mostrara las cicatrices de lo vivido. Seguramente estaría más satisfecho si me despegara un poco del personaje que he construido toda mi vida.
Pero debo subrayar que si eso fuera posible, estas pobres palabras trasnochadas, jamás se habrían podido refugiar en una hoja de papel, vestidas de Times Roman.

martes, 5 de octubre de 2010

All my Loving (Lennon & MaCartney)

El Comercial de Ramos Mejía era un Instituto Público con especialidad en formación contable. Era un antiguo edificio con granes aulas y profesores muy prestigiosos. Pero tanto la solera del colegio como el prestigio de los profesores me transmitían una enorme pesadez, que solo se interrumpía ante las letras de ELLA.

Lo pupitres de madera llevaban los rastros de mil maldiciones, otro tanto de dibujos de penes y vaginas, y uno que otro corazón encerrando los nombres de supuestos enamorados. Todo ello escrito con navajas, tinta o lo que fuera menester.
Por la mañana eran ocupados por varones. Por la tarde, por chicas.
Yo solía fantasear pensando como sería la niña que se sentaba en mi mesa. Hasta me parecía sentir un leve perfume cuando llegaba por la mañana. El perfume de ELLA.
Quizás, quienes me conocen lo puedan poner en duda, pero yo he sido un adolescente tímido. Con aquellos insolentes quince años, era imposible lograr un acercamiento medianamente digno a una chica. Un poco por esa razón, y otro poco por una cierta facilidad hacia la escritura, se me ocurrió la extraña idea de comunicarme con ELLA, a través de lo único que teníamos en común: el pupitre.
En un papel cuadriculado arrancado de una pequeña libreta, escribí: “Yo me llamo Miguel. Tengo 15 años y me gustaría saber quien sos”. Le di muchos dobleces y lo dejé bajo el hierro que sostiene la mesa haciéndola abatible.
No me di cuenta que era viernes. Y entonces tuve que pasar un fin de semana tormentoso pensando:

¿ Y si alguien de la limpieza lo tiró? … no…para lo poco que limpian…noooo…

¿Lo habrá visto?...quizás le pareció mal….bueno (pensaba) total, no la voy a ver…

Y así, evocando el perfume que me empeñaba en sentir, imaginando su cara y su cuerpo, pasó un largo fin de semana lleno de miedos y signos de interrogación.

El lunes entre corriendo y revisé visualmente el pupitre. No había nada…bueno, a simple vista. Levanté la tabla y un mágico papelito mucho mejor doblado que el mío y sabiamente acomodado, parecía brillar en el hierro del pupitre. Lo abrí discretamente:

“Me llamo Magdalena, tengo 15 años y soy de géminis. Vos de que signo sos?”

Esas simples letras hicieron galopar a mi corazón, al mismo tiempo que mis revoltosas hormonas intentaban dibujarla en mi mente. Ya nunca sería el mismo después de esas letras.
Así pues, comenzó una intensa y emotiva conversación con una chica desconocida, en algo que se podría comparar como “un Chat, a la antigua”.
Yo tenía facilidad para escribir, por lo que no me costó mucho “enamorarla” mediante un cortejo epistolar elegante e ingenioso. ELLA, no era muy suelta para escribir, pero tenía una letra hermosa. Además, yo había decidido que toda ELLA era hermosa.

Tres meses duró el diario intercambio. Ya sabía que era de pelo castaño claro, ojos verdes, y lo más importante de todo: ambos habíamos adoptado la misma canción de ese LP de Los Beatles…(All my loving) y no dejaba de pensar en ELLA mientras susurraba mentalmente:

All my loving I will send to you.
All my loving, darling I'll be true.

Un día, me di cuenta que era hora de conocerla. Y es que ELLA me había dejado su carta diaria con un beso marcado con lápiz de labios de su madre.

Nos citamos en la esquina del Bar Tolo (ingenioso nombre para un bar que regenteaba un gallego de nombre Bartolomé). Tenía 24 horas para preparar mi encuentro.

Revisé cuidadosamente las posibles estrategias para el encuentro:

Plan A) La miraría directamente a los ojos diciéndole: ¡ Preciosa…estás preciosa….! mientas la tomaba de la mano para ir al café.

Plan B) Sonreiría al verla, esperando ver su cara de aprobación, y al verla, pondría la mano en sus hombros y diría: “¿Sabés como soñé con este momento?...y cogidos de la mano iríamos al Bar Tolo.

Plan C) Le daría un beso en la mejilla, teniendo especial atención en su predisposición para acercar los labios, de manera que, si ella lo sugería, la besaría en toda su boca. Luego, iríamos al Bar Tolo.

En fin, tenía todo tipo de planes y estrategias, teniendo en cuenta mi especial torpeza para ligar, y el fantasma del miedo que todo tímido lleva encima. Estaba todo perfectamente planificado.

Con el asesoramiento del tano Garibotti (un experto galán del instituto) decidí ir a la cita con un pantalón blanco, un polo de Lacoste rojo(con el cocodrilo pegado, claro) y un jersey fino color amarillo sobre los hombros con las mangas anudadas por delante. La colonia Old Spice me la proporcionó también el tano Garibotti. Estrenaba unos mocasines muy de moda llamados “Cheyenne”, basados en el éxito de una serie norteamericana (Cheyenne Body) sin medias, pues las medias estaban consideradas cosas de viejos.

Y por fin llegó el día.

Ella, como las novias en una boda, llegó más tarde.

La vi. acercarse como quien ve a la felicidad materializada en una hermosa muchacha de quince años.

Su pelo castaño acariciaba sus hombros en un ballet de ondas brillantes. Sus ojos eran tan verdes como cualquier primavera querría para si, y un reflejo en su mirada me sugería energía, vida y ternura. Tenía un cuello largo y fino, ese tipo de cuello que tan bien describía Horacio Quiroga en uno de sus cuentos.
Un jersey fucsia, lo suficientemente ajustado sugería unos senos firmes, y suaves Por un momento los acaricié con la magia de mi mente adolescente.. La falda tableada terminaba en unos muslos firmes y blancos. Suaves y sugestivos.

Toda ella era lo que yo había percibido en mis mañanas de incansable imaginación.

Luego de esa imagen que nunca olvidaré, llegó el momento de hablar.

-Hola (me dijo con una sonrisa que me hizo babear)

- Hola – le contesté con mi voz hecha casi un silbato por la emoción.

Me di cuenta que tenía que poner en marcha uno de mis planes, pero me olvidé de todo. Comenzaron a pasar unos segundos que para mi dignidad herida se iban haciendo siglos. Enmudecí. No me salía una sola palabra…

Y así, en esa incómoda situación, me di cuenta que era yo el que tenía que hablar, y no teniendo ninguno de mis planes a mano, le dije las palabras más estúpidas que podía haber pensado si hubiera estudiado lo suficiente:

- ¿Sabés una cosa?.....tenés una letra muy linda…

Magdalena me miró como si yo fuera un alienígena. Bajó la cabeza, sonrió y se quedó como esperando más…

Yo seguía mudo. Anulado. Abochornado. Cada vez más derrotado.
Finalmente ella quebró el silencio:

- Perdonáme, es que quedé para estudiar con una amiga.

- Bueno (le dije resignado). Mañana te escribo….

No recuerdo lo que le escribí. Solo recuerdo lo que ella me contestó:

“Miguel sos muy lindo. Escribís muy bien, pero no puedo entender porqué razón sos tan pelotudo. Perdonáme, me cambio de pupitre.”

Fe entonces cuando decidí adquirir un libro de autoayuda para superar la timidez. Después de muchos años, al escuchar la palabra “pelotudo”, todavía me daba vuelta como si invocaran mi nombre.

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Para finalizar este relato, cuelgo un video de un egresado de ese colegio, el Lasalle, o Nacional de Comercio de Ramos Mejía (conocido como "el Comercial de Ramos).
Acabo de descubrir una web de ex alumnos. Bueno...un poco de nostalgia...